En sede vacante

Un poco de efervescencia, por lo menos

Josep Maria Fonalleras

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El sábado mucha gente asistirá a la manifestación. Habrá familias enteras, jóvenes inflamados, amigos ociosos, parejas que se amarán en una jornada histórica y niños que reclamarán un poco de sombra y agua. Ancianos que irán con bastón y payeses tostados por el sol inclemente que caminarán por el paseo de Gràcia. Padres que querrán enseñar algo a sus hijos, militantes que se agruparán en esquinas estrictas y señalizadas, e individuos que asistirán solos, dispuestos a combatir la sentencia y la ola de calor. Habrá arrebatados partidarios de la independencia de Catalunya con banderas estrelladas (en función de su ideología, exhibirán la estrella blanca sobre fondo azul o la estrella roja sobre fondo amarillo: la disensión es un deporte nacional) y ciudadanos que no tienen una idea clara sobre el futuro y que solo buscarán ampliar la cifra de los que clamarán a favor de la dignidad. Toda esa gente (la mayoría de esa gente) no quiere saber nada de disputas ridículas sobre marginalidades que contienen formas diferentes de encarar la marcha cívica. La gran mayoría de los que el sábado por la tarda irán a la manifestación querrán que elpresidentde la Generalitat encabece el recorrido reivindicativo y que quede claro, al mismo tiempo, que se trata de un acto popular y pacífico para constatar el deseo de una nación por proclamar la voluntad de decidir cómo y de qué manera se instala en un mundo cambiante y en crisis.

Todos tenemos que tomar nota. Podría ser que la manifestación se pareciera a las características y los efectos de unas sales de fruta. Primero, hacen cosquillas en la nariz y en la garganta; después, ayudan a digerir; por último, se desvanecen. Tendríamos que procurar que no hayan perdido la fuerza antes de abrir el bote. Que al menos se note un poco de efervescencia unitaria.