NÓMADAS Y VIAJANTES

La pista chechena

RAMÓN LOBO

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Ya tenemos una pista caucásica: los hermanosTsarnaev. Ser checheno es casi tan ventajoso como estar loco: una explicación rápida sobre lo irracional, que exige poca literatura. Es mejor colgar el cartel de demente aAnders Behring Breivik, que mató a 69 jóvenes en la isla de Utoya, que indagar sobre las causas del odio en Noruega, un país que encabeza el índice de calidad de vida de la ONU.

Se entierra la pista del enemigo interior: un antisistema como Unabomber o una conspiración cuasi fascista como la de Oklahoma en 1995: 169 muertos. Renace la exterior: células durmientes, una segunda generación radicalizada por sí sola o por un tercero, como sucedió en los atentados de Londres en el 2005. Chechenia sabe a islam, a fanatismo, y si se retuerce el argumento, a Al Qaeda.

Chechenia es tierra de guerra, desgarro y muerte. Un estereotipo llena emisiones en directo de las televisiones estadounidenses: horas sin apenas información. La CNN regresó a sus mejores tiempos con dos mensajes nada subliminales: son musulmanes, extranjeros. Otras cadenas de Boston, menos dadas al espectáculo, entrevistaron a compañeros de clase que describían al jovenDzhokhar Tsarnaevcomo buen chico, aparentemente arraigado. Tanto show provocó otro: el de miles de personas celebrando la captura en la calle.

Hay noticias confusas sobreTamerlan Tsarnaev. Algunos medios sostienen que colgó vídeos que mostraban su fanatismo religioso, incluso uno que repite una supuesta profecía de Al Qaeda; otros informan de que se quejaba de no tener un solo amigo estadounidense. Será complicado penetrar en la mente de un cadáver.

¿Quién genera los monstruos en Chechenia, tierra quemada por el Kremlin? ¿Su presidenteRamzán Kadírov, responsable del asesinato de defensores de derechos humanos y periodistas y que compra imagen exterior con macrofiestas en las que participan estrellas de Hollywood? Nadie desciende a los detalles.

El maratón de Boston estaba este año dedicado a los muertos de la escuela infantil de Newtown y al empeño del presidenteBarack Obamapor aumentar el control de armas en EEUU. Los exégetas de la libertad blindada argumentan que el atentado se produjo con ollas exprés, que nada tiene que ver con la discusión de fondo, pero la policía afirma que losTsarnaevdispararon contra los agentes que les perseguían.

España tolera la corrupción y la mentira; es parte de un sistema político de manga ancha. EEUU defiende la venta libre de armas de fuego. Cada nación tiene sus tradiciones, sus miserias. A veces, un joven accede a un fusil de asalto y mata a 22 niños en Connecticut. Entonces llega la conmoción, las televisiones emiten dolor en directo yObamapresenta reformas legales. Los defensores de la cultura del Far West, la Asociación Nacional del Rifle, reconducen el debate: fue un accidente; por encima está el sagrado derecho constitucional de cada norteamericano a defenderse.

El atentado de Boston ha sacudido a un país que había olvidado el terrorismo. Solo preocupaba al 1% de la población, según una encuesta de Gallup en abril. Han pasado 12 años del 11-S y dos guerras con miles de muertos civiles. PasóW. Bushy su política de «lucha contra el terror», la excusa que permitía saltarse convenciones internacionales, leyes y valores. LlegóObamacargado de promesas. Habla menos pero multiplica el uso de los drones, aviones no tripulados, en el norte de Pakistán, Afganistán, Yemen y Somalia. Drones sin derecho a juicio ni a distingo entre combatientes y civiles. Son daños colaterales que nadie aborda.

Vergüenza en Washington

En medio de tanta memoria a flor de piel, la Cámara alta de EEUU perdió esta semana una oportunidad de dignificarse. Los senadores republicanos rechazaron la enmienda que aumentaba el control sobre las armas de fuego. Eran necesarios 60 votos, la mayoría cualificada; se lograron 54, todos los demócratas. Ambos partidos mantuvieron lo que aquí llamamos disciplina de voto, algo infrecuente en Washington. Obama dijo que era un día vergonzoso. El editorial deThe New York Timesacusó a los senadores de anteponer intereses particulares para mantener el escaño a la seguridad de todos.

Algunas estadísticas son inquietantes: hay más de 270 millones de armas en EEUU. Once de las doce matanzas más graves del país se han producido después del 2007 debido a la mejora de la potencia de fuego. Más de 32.000 personas mueren tiroteados en EEUU cada año. Y una esperanza: los Estados que disponen de una legislación más estricta en la venta de este tipo de armas tienen menos crímenes. Más pistolas no equivale a más seguridad, sino a más balas en el tambor de la ruleta rusa.