La rueda

Pisarello, ni un paso atrás

Barcelona no puede tener santuarios políticos que limiten la visión global de la historia de la ciudad

JORDI MERCADER

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«La historia es un diálogo entre el presente y el pasado», decía E.H. Carr. Estos días, los 'comunes' y los 'indys' andan dialogando, a su manera, sobre la trascendencia y la jerarquía de dos episodios del pasado sobre el presente de Catalunya, a cuenta de una posible coincidencia espacial de las piedras de la guerra de Sucesión con las estatuas del franquismo vencedor de la guerra civil.

La polémica, sin embargo, no es solo una disquisición entre interpretaciones históricas, ni nadie puede tomarse en serio la confusión entre la exhibición de unas estatuas en el contexto de una exposición sobre impunidades con un pretendido homenaje a Franco. Es tan absurdo y exagerado que cae por su propio peso.

Si no fuera todo política, sería muy oportuno que los protagonistas releyeran, al menos, la primera cita de Carr, o/y las palabras de un personaje de Jane Austen hablando de la historia: «Me maravillo a menudo de que resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe de ser pura invención». Pero no les hará falta ninguna lectura porque se trata de un combate de fondo de dos opciones políticas y sus entornos mediáticos en sus aspiraciones hegemónicas. La exposición podía haberse situado en una docena de ubicaciones, todas ellas tan adecuadas como la elegida. Por ejemplo, el patio del Palau de la Aduana, sede del Gobierno Civil durante más de 150 años. El equipo de Colau optó por el Born, sabiendo que provocaría un choque de relatos ideológicos.

Y en ello están. Al margen de la disputa, habrá que contemplar que Barcelona no puede aceptar la existencia de santuarios políticos por muy visitados y respetados que resulten si su presencia puede limitar la libertad de acción, creación e interpretación del conjunto de la ciudad. La incógnita del momento es saber si los 'indys' tendrán la misma fuerza que el Mobil World Congress para forzar una comparecencia de Pisarello admitiendo otro paso atrás. En definitiva, los tenientes de alcalde están para eso, para anunciar fracasos.