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RISTO MEJIDE

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Negaré que lo he escrito, pero hay gente que está desierta por dentro. No seca, ni vacía. Desierta, directamente. Tampoco puede decirse que anden muertos por ahí, porque eso implicaría que en algún momento habrían estado vivos, y esa suposición, aparte de ser muy generosa, es tremendamente abusiva. A esa gente se la reconoce enseguida. Basta con entablar conversación con ellos y lo ves. Detrás de un organismo que ingiere, respira, micciona y defeca, no hay más que células malgastadas en la gestión burocrática de un corpúsculo que parece vivo, pero no lo está. No tienen más vida que mi coche, que hace lo mismo, pero que encima seguro que no contamina más.

Y qué debe uno detectar en un ser para poder llamarlo vivo, te preguntarás. Pues para mí no tiene nada que ver con la energía, con la amabilidad ni con la gente extravertida. Existen múltiples indicadores, y me imagino que cada cual tendrá los suyos, pero si me pidieran que los simplificase al máximo con motivo de mi primer artículo de vuelta en EL PERIÓDICO, me quedaría, básicamente, con tres. Para mí son algo más que requisitos. Son los pilares básicos para la educación y el desarrollo de cualquier persona.

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El primero es la empatía. La capacidad de ponerse en el lugar del otro, la de sufrir por lo que el otro sufre, la de gozar con el placer ajeno. Ese me alegro por ti. Ese lo siento mucho. Todo eso, sí, pero no dicho, sino hecho. La empatía es el único camino hacia la solidaridad, hacia la ética y, en cierto modo, hacia la espiritualidad. No le hagas al prójimo lo que no te gustaría que te hicieran ti. Sería el primer paso. La renuncia a infringir daño. Y después, el siguiente nivel. Hazle al otro todo aquello que te gustaría que te hiciesen a ti. Ojo, suicidas y autolesionistas, abstenerse.

El segundo factor es la inquietud. Inquietud que lleva al inconformismo, base de la innovación, de la creatividad, pero también del conocimiento y de la cultura. La inquietud es el verdadero motor de la historia, aparte del sexo, claro. Aunque bien mirado, las cosas de la entrepierna también pertenecen al baúl de las inquietudes. Lo mismo ocurre con la lectura. Un lector es alguien que no se conforma con la vida que le ha tocado conocer. Alguien que saca su mente a pasear en busca de la vida que merece. Y por último, te diré que sólo nos faltaría el carácter. O dicho de otra forma, la capacidad para decir no. Asertividad vinculada al gusto de cada cual. La habilidad de saber lo que quieres, o en su defecto, y como mínimo, lo que no quieres. Cuanto antes se forme el carácter, antes aparecerán sus primos hermanos, el criterio y la personalidad. Ingredientes básicos para el autodiseño, o lo que es lo mismo, la posiblidad de dibujar tu camino en la vida. Porque para llegar a ser tú mismo, es imprescindible esquivar todo aquello que los demás quieren que seas.

Si se dan los tres en alguien, estás delante de un ser vivo. Si no, ya puedes utilizarlo de pisapapeles. Porque para otra cosa, no te va a servir.