NÓMADAS Y VIAJANTES

El pirómano Erdogan y los bomberos

Turquía es una bomba de relojería en una zona altamente inflamable e inflamada

RAMÓN LOBO

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Turquía es una bomba de relojería en una zona altamente inflamable e inflamada: SiriaIrak, los kurdos, el Estado Islámico Rusia en la otra orilla del Mar Negro. Hay kurdos buenos: los que estaban contra Sadam Husein, los de Siria que pelearon en Kobane, y kurdos malos: los de Turquía, solo porque lo dice un país amigo, miembro de la OTAN. Cuando un país amigo te pide algo, como ayudar a invadir apoyado en mentiras y causar decenas de miles de muertos, no se pregunta (doctrina Aznar). La división entre nuestros kurdos y los kurdos comunistas procede de la guerra fría, igual que Vladímir Putin y gran parte del pensamiento militar de EEUU.

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que parecía una apuesta interesante de islamismo moderado y democrático, -¿recuerdan la alianza de las civilizaciones?- ofrece síntomas de un peligroso deterioro ético y político. La gran mayoría de los líderes son depredadores: luchan por el poder y tratan de conservarlo a cualquier precio. A Erdogan se le nota más que a la media y juega con fuego en una zona de alta volatilidad. Es un pirómano donde se necesitan bomberos.

Como las elecciones de junio no salieron a gusto del presidente, pese a la victoria de su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) con 258 escaños de 550 en el Parlamento, pero sin mayoría absoluta, dejó correr los plazos para regresar a las urnas.

En los comicios de hoy se exhibe la obsesión por la seguridad. Es por el atentado que mató el 10 de octubre a cerca de 100 personas, atribuido al Estado Islámico aunque varios sectores del Gobierno insisten en señalar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Es su «ha sido ETA» del PP en el 11-M: una manipulación en busca de rédito político. Desde la izquierda se señala a los servicios secretos. La exhibición de seguridad es también un mensaje subliminal, una manera de meter miedo. El temor a un fraude flota en el ambiente.

La irresponsabilidad no está en la repetición de los comicios, sino en hacer lo imposible por reanudar la guerra con el PKK. Más allá de la guerrilla kurda -que no tiene, como los diferentes gobiernos de Ankara, un historial brillante en el respeto de los derechos humanos-, a Erdogan le preocupa el Partido Democrático del Pueblo (HDP), prokurdo, laico y de izquierda. Fue la sorpresa en junio al lograr 80 escaños. Todas las maniobras se dirigen a debilitar este partido, que ha sido objeto de varios atentados. La mayoría de los muertos del 10 de octubre eran simpatizantes del HDP.

Los electores suelen castigar a los líderes incapaces de llegar a acuerdos y que les devuelven la palabra para que les resuelvan un entuerto. Las encuestas indican que todo sigue más o menos igual, que se mantendrá el bloqueo. El Partido Republicano del Pueblo (CHP), secular y de centroizquierda, que obtuvo el 25,22% de los votos y 130 escaños, seguirá segundo; tampoco se esperan cambios con el Partido de Acción Nacionalista (MHP, de extrema derecha; 16,81% y 84 diputados). Erdogan necesita una mayoría absoluta, como las que tenía antes de junio, para aplicar su rodillo legislativo y acelerar la islamización del país. Están en juego dos modelos de Estado aunque no deberíamos confiar en los sondeos: se han especializado en equivocarse, ya no importa donde.

POBLADO Y JOVEN

Turquía tiene más habitantes que Alemania -uno los motivos que bloquean su adhesión a la UE- y la población más joven de Europa: el 25% tiene menos de 30 años. La BBC recordaba esta semana que un tercio de estos jóvenes carece de educación, trabajo y formación adecuada. También informaba de que solo el 20% de los jóvenes turcos parece interesado en la política.

El rechazo es a una forma de hacer política de espaldas a la ciudadanía. Ese hartazgo beneficia al Partido Democrático del Pueblo. Si se confirmara el leve descenso que apuntan los sondeos, se podrá afirmar que las maniobras del Gobierno y de sus medios afines, de vincular al HDP con los atentados del PKK, han tenido éxito.

Lo que suceda en Turquía interesa mucho a Europa. La UE teme que los dos millones de refugiados sirios que están en sus fronteras decidan poner rumbo a Berlín, Oslo o Estocolmo si la inseguridad pusiera en riesgo sus vidas. Como Mariano Rajoy aquí, Erdogan se presenta al mundo como único garante de la estabilidad. Alemania, EEUU y la OTAN le compraron el mensaje hace años. Están en juego sus intereses, no la vida y la dignidad de las personas.