Piqué, el jefe del Estado

Piqué, en un entrenamiento de la selección española.

Piqué, en un entrenamiento de la selección española.

Eloy Carrasco

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Del mismo modo que no se puede pedir que todos los futbolistas jueguen como Messi, no les pediremos a todos que tengan la panorámica general del mundo que tiene Piqué. Pero es una lástima que muchos de ellos, la mayoría, acampen en la adicción a las comodidades de la vida de estrella y ni siquiera en circunstancias excepcionales, como las que concurren estos días, se arrimen un poco a la alambrada, que pincha.

Busquets, Thiago, Koke, Pedro, por señalar a algunos con el dedo, se arrugan ante la prensa cuando sale el espinoso tema. "No estamos aquí para debates políticos", sería la oración-escudo, el perro-guía para caminar sin tropiezos haciéndose los ciegos ante lo que sucede alrededor. No están para eso, pero, como dijo Piqué (aunque no lo dijo refiriéndose a ellos), todos son "personas antes que futbolistas". Están en su derecho de escurrir el bulto, pero eso es algo que también habría que tener en cuenta luego, cuando les demos trato de semidioses: igual no es para tanto.

Las espesas tinieblas

Es fácil condenar un atentado islamista, ahí habrá siempre un acuerdo rápido: existe un enemigo clarísimo y unanimidad contra la diana en la que verter una repulsa tópica para quedar bien sin correr riesgos. Más complejidades encierra el cuadro de la Catalunya de hoy, y eso es demasiado para la mayoría. No para Gerard Piqué.

Piqué es un individuo diferente y un valiente. A su manera, es un Messi. Por eso hay que protegerlo, escucharlo y disfrutar de sus talentos

Al día siguiente de que el jefe del Estado emitiera un mensaje que solo espesa las tinieblas, Piqué emergió para disipar el humo a su alrededor. Es un hombre que paga con gusto el precio de decir lo que piensa, un cuerpo extraño en un ámbito, el deporte, generalmente irreflexivo. Por eso sus opiniones les suenan a muchos como impertinencias, piedras en el plácido estanque léxico de "el fútbol es así" y otras frases que, de tan gastadas, ya no significan nada. Pero Piqué es un individuo diferente y un valiente. A su manera, es un Messi. Por eso hay que protegerlo, escucharlo y disfrutar de sus talentos. Y no molestarlo cuando está jugando a la pocha.