El epílogo

Pinza sobre CiU

ALBERT Sáez

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Quienes no confundimos los deseos con la realidad ya contábamos con la posibilidad de vivir tres meses de campaña electoral a la vuelta del verano. La cuestión es saber de qué hablarán los partidos en estos casi 90 días. Algunos sueñan que ya está todo dicho: el tripartito es un fracaso,Montillaun desastre y hay que «devolver» el poder aMas y su equipo para sacar al país del bache. Esta idea ha calado en los medios y en buena parte de la clase política gracias a los exasperantes silencios deMontillacomopresident y a la polifonía poco armónica de los socios del Gobierno. Pero las elecciones no se juegan entre quienes ya se han convencido de ello. Los comicios se disputan entre esos enormes porcentajes de votantes del PSC y de ERC que hoy se amontonan en las encuestas como indecisos. Algunos desengañados y pensando en cambiar de opción. Y la mayoría, desmotivados y decididos a quedarse en casa.

En esta partida,MontillayPuigcercósparecen haberse puesto de acuerdo -quizás sin hablarse- en la necesidad de tensar la cuerda para que ninguno de sus antiguos electores cometan el pecado de abandonarlos en favor de CiU. En estas franjas se juega la magnitud de la victoria de CiU y la gobernabilidad.

El referendo

Y ahí es dondePuigcercós,hábilmente, ha inoculado el gusanillo del referendo sobre la independencia en la campaña electoral. Un artefacto que, por un lado, le aleja de la propuesta poco democrática deLaportayCarreterode la secesión unilateral y, por el otro, provoca un festival de declaraciones entre los dirigentes de CiU que están un poco, nada o muy a favor de la propuesta. Abierta esa brecha, entraMontillapor el centro y para intentar detener la sangría de votos socialistas hartos del tripartito proclama que el sucesor dePujoles él y no esteMasdecidido a hacer referendos. Y va y remata la jugada con un viaje relámpago a China para traerse alguna inversión como el fundador de CiU se las traía de Japón. Convocando las elecciones en noviembre,Montillase ha dado un tiempo para marear a los adversarios.