Al contrataque

En pie

ANA PASTOR

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Quería escribir sobre lo ocurrido esta semana en París, pero no sabía muy bien qué más se puede decir que no se haya escrito ya. Pienso en el miedo que se debe sentir cuando un hombre con el rostro cubierto y armado con un kalashnikov se te acerca y te pregunta dónde están tus compañeros. Pienso en esos minutos de desconcierto y los siguientes de certeza cuando escuchas los disparos en el piso de arriba, donde está toda la gente con la que convives a diario. Pienso en esas décimas de segundo en las que imaginas que el día que muchos temían ha llegado. Pienso en todas las imágenes que deben pasar por tu cabeza en esos segundos.

Pienso en la mirada valiente de Stéphane Charbonnier, Charb, el director del semanario Charlie Hebdo, cuando la puerta se abre. Pienso en aquella frase que dijo hace años cuando la revista empezó a recibir amenazas. En aquella frase que empezaba con «no tengo hijos, ni coche, ni créditos» y terminaba con un emocionante y hoy tan real «prefiero morir de pie a vivir de rodillas». Pienso en si, a pesar de todo eso, sintió miedo. Si alguna vez pensó que su fe en la libertad terminaría al abrirse aquella puerta. Pienso en su novia Jeannette Bougrab, que cuando empezó a escuchar las primeras noticias comenzó a llamarle por teléfono y nunca recibió respuesta. Pienso en el silencio que llega después del tiroteo. En los primeros movimientos de los que están vivos, que aún permanecen en el suelo y no pueden creer lo que acaba de pasar. Pienso en cómo el miedo les paraliza pensando que van a volver a por ellos. Pienso en Laurent Léger, que estaba allí, en aquella sala, en aquel lugar de horror, y que cuenta que no es capaz de asumir lo que ha pasado.

El agente musulmán

Pienso en Ahmed Merabet, el agente al que todos hemos visto morir de una forma vil, cobarde y cruenta. Pienso en ese hombre, musulmán, de 42 años, tendido en el suelo, implorando clemencia a quienes dicen defender a su mismo Dios. Pienso en su familia, en su gente más cercana. Pienso en la mala suerte de cruzarse en el camino de los asesinos y a pesar de todo enfrentarse a ellos. Y pienso en la entrevista entre lágrimas que acabo de escuchar con otro de los colaboradores de Charlie Hebdo, que además es médico. Recibió la llamada de uno de los grafistas: «Ven urgentemente, te necesitamos». Fue el primero en entrar en la sala donde estaban sus compañeros ya muertos. Patrick Pelloux decía en la cadena BFMTV que ahora las reuniones de supervivientes, así las han llamado, se van a celebrar en la sede del diario Libération. Y que no se van a achantar, que van a seguir haciendo lo que la gente espera de ellos. Y pienso en la frase con la que termina esa entrevista con la voz entrecortada por la emoción: «Hay que seguir haciendo periodismo. Un periodismo sin concesiones».