HOY JUEGAS

La petanca me dio la vida

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Roger Pascual

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Si usted está leyendo esto es gracias a un deporte. No estaría escribiendo estas líneas si no fuera por la petanca. No porque sea un jugador consumado, que no es el caso, sino porque mis padres se conocieron entre boliches en una carambola del destino. La mejor amiga de mi madre, su añorada Gloria, la llevó al Club Petanca Barcelona. Allí vio a un chaval con pantalones casi tan acampanados como los suyos, largas patillas y aires serratianos, tripleta que en la Barcelona de los 70 brindaba muchas victorias.

En la petanca, como en la vida, puedes ser tirador o apuntador, y mi padre, más lo primero que lo segundo, no dejó pasar aquella oportunidad. Competidor nato, llegó a ser campeón de España y a disputar torneos internacionales en Francia, cuna de la petanca moderna y donde hoy sigue teniendo no solo tirón sino glamur. Sin ir más lejos, Karl Lagarfeld organizó en 2010 un torneo con 'celebrities' para presentar una de sus colecciones de Chanel en Saint-Tropez. Pero si al otro lado de los Pirineos este deporte conserva tanto pedigrí como cuando George Brassens compuso 'Une partie de pétanque', aquí ya hace décadas que está considerado cosa de viejos y en las antípodas de lo 'cool'.

Ajeno a las modas, mi padre jugaba incluso en casa: las grietas de algunas baldosas rotas daban buena fe de ello. A mí me contagió la pasión por el deporte en general y por la petanca en particular. De pequeño, ganarle una partida a él y a los mayores en casa de mi abuela era casi para ir a celebrarlo en Canaletas, donde poco se festejaba hasta la segunda venida de JC (Johan Cruyff). Un verano fui a la casa de Menorca de un compañero de clase cojonudo, pero que tenía un amigo pijeras que no paraba de fardar de que su padre había ganado no se cuántos premios en regatas y conocía al rey. Una aversión clasista digna de película de Ken Loach impregnó su mirada preadolescente cuando le solté lo que en petanca se llama un carro seco: "Pues mi padre es campeón de España de petanca". Orgulloso de mi padre. Y de la petanca, que me dio la vida.

[Ahora en política. Pero un periodista deportivo nunca deja de serlo]