Los cambios en la política catalana

El PP pesa en Catalunya por primera vez

Los populares no lograron tanto poder ni con el experimento duro de Vidal-Quadras ni con el blando de Piqué

El PP pesa en Catalunya por primera vez_MEDIA_2

El PP pesa en Catalunya por primera vez_MEDIA_2

ANTONIO Franco

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Han tenido que pasar muchas décadas hasta que la derecha española haya conseguido un peso importante en las instituciones internas catalanas. Estamos ante lo que se suele llamar «un momento histórico». Desde 1975, la muerte deFranco,hasta el actual 2011 han transcurrido 36 años. Y desde el primer Parlament democrático recuperado, 31. Esa ha sido la duración, si quieren considerarlo así, de cierto cordón sanitario purista catalán.

En varias etapas, esa derecha españolista ha tenido representación cuantitativamente sustantiva en el Parlament, así como influencia apreciable. Pero ha tenido que esperar hasta el 2011 para acceder a cierta normalidad: gobernar ciudades de entidad, llegar (con mucha probabilidad) a administrar mucho dinero y tener empleos en una gran diputación, así como erigirse en el compañero de CiU ya no vergonzante y sí abiertamente decisivo en su control del Govern y el Parlament. Su fuerza no es, como en otras ocasiones, unatorna del apoyo que prestaban los pujolistas a los gobiernos conservadores de Madrid, sino que emana directamente del voto en las elecciones autonómicas y locales.

Una paradoja: esta primera gran presencia institucional de la derecha española en la política doméstica catalana se produce inmediatamente después de que el PP impulsase la sentencia castradora del Tribunal Constitucional contra el Estatut. Otra paradoja: elViva Españasin complejos obtiene ese poder efectivo tras las primeras elecciones después del año de la gran euforia independentista por las consultas en pueblos y ciudades.

Cabe la posibilidad de que no sean paradojas, de que todo tenga algo que ver. Pero la lectura políticamente correcta que hace elestablishmentcatalán es que se trata de una casual coincidencia en el tiempo. Una cosa y la contraria son indemostrables. Nunca sabremos con precisión científica si los que han ido a votar (y los que se han abstenido) en estas dos últimas elecciones han sido los de siempre u otros. Lo que sí sabíamos es que en esta etapa democrática había dos Catalunyas yuxtapuestas, con distinta sensibilidad respecto a la identidad, con distinta preferencia de primera lengua, que se informaban a través de distintos medios de comunicación y que exhibían distinta tensión a la hora de participar o no en algunas citas con las urnas. Pero siempre gobernaba una y sin contaminarse con la otra. En cualquier caso, el dato está ahí: el españolismo gana peso específico en la política interior catalana pese a no incrementarse de manera demasiado espectacular su apoyo electoral.

El PP no consiguió tanto poder real ni con el experimento duro deAleix Vidal-Quadrasaventando desde dentro el españolismo más puro y duro (porque la señora Sánchez-Camachono es exactamente eso, esa función se la reserva el equipo deRajoy),ni con el experimento blando deJosep Piqué tendiendo más la mano que la manga al catalanismo no soberanista. Si hablamos de experimentos, el éxito le llega al PP cuando ha puesto en el centro de su actuación un discurso populista de raíces xenófobas contra la inmigración, con Badalona como punta de lanza. Muchos ven en eso un test cara a lo que puede llegar a hacer en toda España en las elecciones generales.

CiU y el PSC le han dado ese poder al PP. Los socialistas han decidido hacer todo lo posible para empujar a los convergentes hacia los brazos de los populares, para denunciarlos a continuación. Es una estrategia discutible. Por mucho que tengan profundos problemas internos por resolver, contribuir a entregar un país con talante progresista a los gobernantes conservadores españoles y catalanes no resulta muy glorioso. Se han negado al posibilismo humilde de unasociovergenciadirigida por los nacionalistas.

En lo que se refiere a los convergentes, superada la etapa en que incluso anunciaban a bombo y platillo que iban al notario para certificar su distancia con el PP por sus flagrantes ataques a Catalu-

nya, esta vez han ido con gusto y pocos disimulos al entendimiento. Coinciden con los populares en su repudio del mal sueño de lo que significaba para ellos el tripartito, les va bien viajar juntos en su giro hacia el pragmatismo liberal después de la etapa de pensamiento socialcristiano deJordi Pujol, y de forma cautelar hacen méritos por siRajoy es quien toma las decisiones dentro de unos meses.

Dentro de este panorama, es curioso que esta normalización del españolismo en las instituciones catalanas coincida con las grandes posibilidades de que el socialismo catalán gane presencia y visualidad en el Parlamento español. Ese hipotético grupo propio del PSC, que habría sido muy útil cuando mandaba el PSOE yZapaterotomaba decisiones de alcance estatal, tendrá un valor más limitado si hay desastre socialista en las generales. En cambio, la nueva visualidad del PP en Catalunya parece consolidada. La gran incógnita de los próximos meses es saber cómo digerirá el electorado convergente el abrazo de sus líderes con los populares. La política es una ciencia cargada de bumeranes.