La UE persiste en sus errores

ELISEO OLIVERAS

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Los dirigentes europeos persisten en la actual negociación in extremis con el Gobierno de Alexis Tsipras en repetir los mismos errores de exigir más ajustes recortes sociales, que en estos cinco años, lejos de resolver la crisis, han reducido la economía griega en un 25%, han elevado la tasa de paro al 25%, han empobrecido a la población y han disparado el peso de la impagable deuda pública del 126,8% al 177,1% del producto interior bruto (PIB), según Eurostat.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) admitió en el 2012 que había subestimado el impacto negativo de los ajustes y que su coste económico era en realidad tres veces superior. Pese a ello, el FMI reclama más ajustes en medio de una nueva recesión y más recortes en las ya recortadas pensiones, aunque admite que debe condonarse parte de la deuda. Los otros dos miembros de la troika —Comisión Europea y Banco Central Europeo (BCE)— rechazan cualquier equivocación en su gestión y cualquier quita de la deuda.

La troika está tratando a Grecia como si los griegos hubieran malgastado alegremente los 240.000 millones de los dos sucesivos rescates. En realidad, la cantidad desembolsada ha sido inferior y el 90% de los fondos se ha destinado al pago de la deuda y a recapitalizar la banca griega. Apenas el 10% del rescate se ha utilizado para mantener en funcionamiento el Estado griego.

El rescate se ha destinado básicamente a evitar que los bancos franceses y alemanes, entre otros, sufrieran pérdidas astronómicas por sus inversiones especulativas en Grecia, como destacó ya en el 2010 el expreisdente del Bundesbank Karl Otto Pöhl. «El día que se firmó el rescate, las acciones de los bancos franceses se revalorizaron el 24%», señaló Pöhlque defendió entonces que debía haberse reestructurado la deuda, «porque un país como Grecia, sin base industrial, nunca podrá devolver los 300.000 millones».

Los dirigentes europeos siguen creyendo en el mito fantasioso de «la austeridad expansiva», a pesar de las aplastantes evidencias de que los ajustes no reducen el peso de la deuda, sino que lo incrementan automáticamente por la caída del PIB, además de hacer aún más difícil la recuperación económica y la reducción del paro, como señala Christian Odendahl, economista del Centro para la Reforma Europea (CER).

La política deflacionista que ha acompañado la gestión de la crisis en la eurozona y la inflación negativa en Grecia han empeorado el problema, ya que han elevado el valor real de la deuda nominal, como destaca Simon Wren-Lewis, profesor de la Universidad de Oxford.

De nada han servido las advertencias de multitud de economistas de prestigio internacional, incluidos los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman, reclamando un giro en la política aplicada en Grecia. La cancillera alemana, Angela Merkel, tampoco ha atendido la carta abierta que le dirigió el 7 de julio un grupo de economistas, encabezados por Thomas Piketty, Jeffrey D. Sachs y el exsecretario de Estado de Finanzas alemán Heiner Flassbeck. La carta subraya que «la medicina recetada ha desangrado al paciente, pero no ha curado la enfermedad» y que los drásticos recortes aplicados en el gasto público, los salarios y las pensiones estos cinco años «solo han servido para reproducir la Gran Depresión» en Grecia.

Un tiro en la cabeza

«Al Gobierno griego se le pide que se coloque una pistola en la cabeza y que apriete el gatillo», explican en la carta Piketty y los demás economistas ante el impacto muy negativo que tendrán las actuales exigencias de la troika en un país ya exhausto, donde la pobreza afecta al 36%.

El BCE además ha agravado la situación al incumplir su obligación, fijada en el tratado, de mantener la liquidez de todos los bancos de la eurozona. El BCE, pese a su famosa independencia, ha actuado de fuerza coercitiva de la troika al limitar la financiación a la banca griega para doblegar la voluntad del Gobierno, lo que obligó al cierre de los bancos, como ha denunciado Martin Sandbu, desde el Financial Times, entre otros muchos economistas.

Albert Einstein señaló que «la insensatez es hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente». La UE debería recordarlo.