Al contrataque

El pelotón de los torpes políticos

JORDI ÉVOLE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Sí, lo reconozco, las Fuerzas Armadas me intranquilizan. No me gustan ni las armas ni la fuerza. Un día, mi ingenuidad, y no es ironía, me llevó a preguntar a Eduardo Serra, exministro de Defensa, si no sería mejor prescindir del ejército, como hacen otros países, o reducir su presupuesto, para destinarlo a sanidad, educación o a crear empleo. Serra me contestó que las Fuerzas Armadas son imprescindibles para defenderse y prevenir ataques. Se refería a ataques exteriores, pero con la capitana Zaida Cantera he visto que también los hay en el seno del propio Ejército. Que los que nos tienen que defender se ataquen entre ellos, aún me deja más intranquilo. Y eso que el ministro de Defensa, Pedro Morenés, aseguró el año pasado que el Ejército defiende valores como "lealtad, sacrificio, honradez, dedicación a los demás, solidaridad y compañerismo, que son valores de una sociedad y del ser humano que se enseñan en las academias y se practican en la vida".

Unas palabras preciosas, aunque fijo que a Zaida le suenan más a publicidad que a realidad. Cuando nos encontramos, me dijo: "No tienes ni idea de lo que es el ejército". Y ella ha cambiado de idea, porque se hizo militar pensando que eran ciertos todos esos valores que proclamó Morenés. Sin embargo, la realidad que ha sufrido en las Fuerzas Armadas han convertido en ficción las encantadoras palabras del ministro. Está decepcionada, y me huelo que no es el único militar abatido.

En el 2012, Zaida Cantera había conseguido que un tribunal militar condenase a 2 años y 10 meses de cárcel al coronel que había denunciado por acoso sexual. La sentencia indica que actuó "con grave menosprecio de la condición femenina de la víctima" y que sus actos (desde tocamientos a vejaciones en público) "fueron claramente atentatorios de la libertad sexual" de Zaida.

Huir del ejército

Pero la guerra continuó; ella solo había ganado una batalla. Me dice que luego le amargaron la vida y, al final, decidió rendirse. Herida psicológicamente, ahora espera que le den la baja definitiva para poder huir del Ejército. Prefiere estar en el paro que en las Fuerzas Armadas, donde muy pocos se armaron de valor para defenderla. "La mayoría miraron hacia otro lado", me cuenta. A los de arriba solo les preocupa su carrera profesional y no tienen sensibilidad con la gente de abajo, algo que tampoco es exclusivo del estamento militar.

Toda la gente con la que he hablado del caso se ha indignado, se ha enrabietado. Por eso no puedo entender que todo un ministro de Defensa decidiese mirar hacia otro lado. ¿Tan difícil era ponerse del lado de quien sufría? ¿Qué tenía que perder? Espero que en los próximos días podamos escuchar su versión. Si no es así, yo prefería que desertase para ingresar en el pelotón de los torpes, de los torpes políticos.