La rueda
La peligrosa tiranía de la transparencia
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
En los años 60, el dibujante Manuel Vázquez creó para las revistas de Bruguera la serie Anacleto, agente secreto, protagonizada por un espía con flequillo y un eterno cigarro en la comisura de los labios. Al pobre Anacleto, torpe en descifrar microfilmes, solían encomendarle misiones en el desierto, y cada vez que lograba llegar hasta el chiringuito, ¡sapristi!, el tirador de cerveza se había escacharrado y solo despachaban bocadillos de anchoas. Pues bien, la mitad de las filtraciones de Wikileaks tienen algo de anacletismo o de chisme de escalera: que si Cristina Kirchner toma pastillas para la ansiedad, que si Sarkozy es un mandón hiperactivo o que si Putin es el macho alfa de la política rusa. La otra mitad produce escalofríos, como las presiones ejercidas por la diplomacia de EEUU para archivar el caso Couso, el cámara abatido en Bagdad tras el disparo de un tanque norteamericano. Repelús, sí, bastante, pero ¿a alguien le ha sorprendido alguna de las revelaciones? Todos nos lo olíamos casi todo.
Más de 250.000 documentos supuestamente secretos, el sueño de generaciones de periodistas e historiadores, han salido del Departamento de Estado descargados en un disco que había contenido canciones de Lady Gaga: una carcajada cósmica sacudiría el planeta si no fuera porque el mundo sin secretos, la tiranía de la transparencia, asusta. Y mucho.
A pesar de la dificultad de extraer conclusiones a uña de caballo en este mundo tecnológico, febril y sin aliento, el embrollo de Wikileaks parece tener, en principio, algo positivo: ha asestado un bofetón al periodismo narcotizado, al de las ruedas de prensa sin preguntas. Pero una vez arrancados del letargo, puede que haya llegado el momento de ponerse las pilas y regresar a la ética y a los principios básicos del oficio. Las filtraciones de Wikileaks son un magma informe, un alud de supuestas verdades que atropellan el entendimiento y no dicen nada. Ahora más que nunca es necesario el periodismo de calidad, la inteligencia de alguien que analice, seleccione, interprete y ponga en contexto el maremoto.
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