Ciencia

Paz y biodiversidad en Colombia

El fin de la guerra podría servir para que el país explore y aproveche zonas de gran riqueza natural

Partidarios del acuerdo, frente al Congreso colombiano, en Bogotá.

Partidarios del acuerdo, frente al Congreso colombiano, en Bogotá.

PERE PUIGDOMÈNECH

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La iniciativa para alcanzar un acuerdo de paz en Colombia abrió la esperanza de una nueva vida en paz en muchas regiones de este país. Una consecuencia lateral de los acuerdos es que hace accesibles regiones del país que no se han podido visitar durante muchos años por la inseguridad debida a la guerra. La paz ha abierto la posibilidad de abrirlas a la exploración y tratar de descubrir las especies vegetales y animales que allí viven. Es una oportunidad única para investigar zonas nuevas del planeta y para encontrar especies con propiedades que el país podría explotar en el marco de las convenciones internacionales de protección de la diversidad biológica. El rechazo del tratado de paz en referéndum crea una incertidumbre sobre estas iniciativas.

Colombia es un país de grandes riquezas en especies animales y vegetales. Es uno de los países que han sido llamados 'megadiversos' y se ha calculado que en su territorio se encuentra cerca del 10% de las especies del planeta. Esto es debido a que concentra un gran número de ecosistemas que van de la costa del Pacífico a Caribe, y que está atravesado por los Andes que definen valles y zonas elevadas como la meseta donde está situada su capital, Bogotá, a 2.600 metros y llega a la Amazonia. La guerra que ha durado más de 50 años ha impedido que se pudiera acceder a ciertas zonas que se encuentran prácticamente inexploradas. Con el inicio del proceso de paz durante el 2016 han sido ya descubiertas más de 100 nuevas especies.

Colombia fue uno de los países impulsores de la Convención sobre Diversidad Biológica que entró en vigor en 1993 después de haberla firmado 198 países. Su aplicación práctica se ha plasmado por ahora en dos protocolos, el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad, que entró en vigor en el 2003, y el Protocolo de Nagoya, que entró en vigor el año 2014. 

En este último protocolo se contemplan mecanismos para que, cuando haya algún descubrimiento comercialmente interesante procedente de especies locales o basado en el conocimiento tradicional de algún país determinado, este comparta beneficios con aquellos que pueden introducir el descubrimiento en el mercado. 

El pasado mes de junioel Gobierno de Ecuador publicó un informe sobre lo que califican como biopiratería en el que identifica hasta 112 patentes que habían sido obtenidas en general por alguna empresa europea o estadounidense a partir de materiales biológicos de su país. El Protocolo de Nagoya trata de regular una vía para que todo el mundo se beneficie de estos descubrimientos, pero no está libre de críticas. Algunos lo han censurado porque introduce una burocracia complicada y porque será difícil de aplicar. Lo han ratificado 88 países entre ellos la mayoría de los europeos. Quizá no sorprenda que Estados Unidos no la haya firmado, pero sí que no lo hayan ratificado países como la propia Colombia o Costa Rica

Este último país fundó en 1989 el Instituto Nacional de Biodiversidad, una iniciativa que trató de valorizar su riqueza a través de acuerdos con empresas, pero en el 2015 se tuvo que declarar insolvente. Esto no quiere decir que no valga la pena explorar los territorios que la paz hará accesibles. Es posible que algunos hayan sido devastados por el cultivo de drogas, pero habrá una gran parte en la que se puede explorar el territorio con un detalle y un cuidado que no se había hecho nunca en los tiempos pasados. Para hacerlo y sacar de ello beneficio, Colombia tendrá que invertir en investigación. Otros países de América Latina lo han hecho y han construido una estructura científica propia que no existe en el entorno colombiano.

 Quizá también hay una oportunidad para algunos países, como los de la zona europea, que tienen una estructura científica potente y una buena tradición de cooperación y que han firmado todos los protocolos internacionales. Las experiencias que ha habido hasta ahora es que extraer beneficios de la biodiversidad es difícil sobre todo a corto plazo. 

Pero para Colombia la nueva etapa es una esperanza para explotar sus riquezas de una forma más positiva y de ofrecer oportunidades a su gente en aquellas regiones que han sido devastadas por el conflicto bélico y que ahora podrían tener una manera de levantar una nueva economía a partir de la riqueza de sus paisajes. Es de esperar que el resultado negativo del último referéndum no anule esta esperanza.