La rueda

Payasos olvidados

Habrá que aceptar que lo más probable es que las futuras generaciones ignoren qué fue Tricicle

CARLES SANS

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Hace unos días, extendiéndome la mano se acercó a mí un hombre mayor que dibujaba una sonrisa muy simpática. Me quería agradecer los buenos ratos que, según dijo, le habíamos hecho pasar a lo largo de los años. Me agasajó en exceso, diría yo, subrayando el talento del que a su parecer disponemos para la comedia. En esos casos nunca sé qué decir y me brota una timidez reservada para ocasiones así. Le agradecí el halago, pensando en que siempre suelo quedarme exiguo a la hora de hacerlo. Cuando ya nos separábamos, me dijo: «Sé de lo que hablo, he sido payaso». En ese instante, para mí cambió el valor de sus palabras; no solamente era un profesional sino que era un colega del humor, uno de tantos payasos que con el tiempo se han desvanecido de la escasa y a veces ingrata memoria del público. Me habló muy rápidamente, supongo que para no entretenerme, de los circos en los que había trabajado y de los lugares a los que había viajado. «De eso hace mucho», me dijo. Acababa de sobrepasar los 80 años. Me entretuve en admirar la cara de felicidad que mostraba hablándome de un pasado que supuse repleto de aplausos y de risas.

Me contagió su nostalgia y me vino a la memoria un libro estupendo que compré hace años en una librería de viejo que hablaba de los profesionales del circo que allá por la mitad del siglo XIX y principios del XX abarrotaban las salas de Barcelona. Había inscritos decenas de nombres que en su día fueron aclamados y ahora no eran más que un listado en un libro amarillento que no interesa a nadie. Tantos acróbatas, payasos y equilibristas de los que nunca veremos material gráfico de su trabajo ni de su éxito.

Eso me llevó a cavilar que para las futuras generaciones servirá de poco evocar a Tricicle, porque lo más probable es que ignoren quiénes fuimos. Es lo que hay, y así hay que aceptarlo.

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