En sede vacante

El patriotismo de la sala oscura

Josep Maria Fonalleras

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No sé si el diputadoRafael López,del PP, es consciente del alcance de las palabras que dijo en el Parlament el día que se aprobó la nueva ley del cine. Afirmó que con la ley «se niegan las libertades lingüísticas», y supongo que no se refería a la libertad que tienen los catalanes, con una lengua propia que es el catalán, para ir a ver la enorme oferta de un 3% de películas en esa lengua. Pero también aportó un elemento muy interesante para entender la situación que elconsellerTresserrasha calificado de «anomalía democrática». El diputadoLópezcomparó las multas por incumplir la ley del cine y las que reciben los maltratadores de animales, y de ahí dedujo que «no ser patriota es más caro que maltratar a animales». No me interesan tanto las cifras de las infracciones como que el miembro del PP considere que exhibir películas en catalán (o cumplir una ley que lo exige) implica ser patriota.

¿Se da cuenta de lo que se oculta tras una reflexión tan sentida? Solo tiene que hacer una traslación geográfica: ¿podemos considerar patriota a un ciudadano de Valladolid que tenga un cine y decida programar el próximo Harry Potter en castellano? ¿Verdad que nos suena a estrambótico y absurdo? Este exhibidor actúa con toda la normalidad del mundo y no tiene ninguna conciencia de llevar a cabo un acto reivindicativo cuando abre la taquilla de su negocio. Lo hace y punto. Pero resulta que, a juicio del diputadoLópez,en Catalunya vender palomitas para comer palomitas en una sala en la que se pueda ver el próximo Harry Potter en catalán es ser un patriota. Y lo más triste es que quizá tiene razón. Qué país este en el que hay que ser un patriota para parecer que eres normal. En el que querer ser normal implica pensar que son patriotas unos señores que pasan películas en una sala oscura.