Dos miradas

La patria líquida

EMMA Riverola

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Enfrente, las sillas que ocuparán las principales autoridades políticas. Escenario inmóvil. A su derecha, la cascada monumental. Perpetuo rumor de agua en movimiento. A su izquierda, el lago. Cuatro patos dibujan una estela en el agua, apenas un murmullo y un chapoteo. Unos metros más allá, en el Institut Verdaguer, los artistas ensayan por última vez. Gisela, la cantante rosellonesa, irrumpe en el recinto. Un miembro de la organización le indica que en el patio tiene agua fresquita. Más líquido.

El público contempla bajo el sol las sillas vacías. Gotas de sudor resbalan por las nucas. Empieza el acto de celebración de la Diada Nacional de Catalunya. Desfile de autoridades, primeros minutos e izada de la bandera. Alguna lágrima pugna por asomarse. Las palabras del poeta Joan Maragall recriminan a España la sangre vertida. A la orilla del mar, canta Gisela. ¿Qué se ha hecho de ese mar?, se pregunta Josep Maria Espinàs. La colla Mare Nostrum baila la sardana que no es sardana… Sangre. Mar. Sudor. Lágrimas. Los fluidos traspasan las fibras de la bandera. Qué difícil es navegar entre dos aguas, piensa un político. Hemos de romper todos los diques, aspira otro. Que no se calmen las aguas, ruega un tercero. Y todos piensan en cómo mantenerse a flote.

El acto se acaba. El sol abrasa. En el ambiente flota un leve olor a agua estancada. Un efluvio. Apenas un rastro.