La rueda

Parece mentira, Alberto

Ruiz-Gallardón se veía llegando a las elecciones como el único ministro que había cumplido el programa del PP

Antón Losada

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Cuando hace un año y pico Mariano Rajoy encargó a Alberto Ruiz-Gallardón activar la reforma del aborto parecía una buena idea. La economía no daba más que disgustos, las cosas de Catalunya iban de mal en peor, Bárcenas estaba en la cárcel con cara de ponerse a cantarlo todo y las infalibles encuestas de Arriola anunciaban oscuros vaticinios. Había que hacer algo.

Contrariamente a lo que suele afirmarse, la ideología pesa más en el votante conservador que en el votante de izquierdas en el electorado español. El votante popular es una elector más fiel e ideologizado. El proyecto de reforma del aborto buscaba reconectar con ese electorado activando una cuestión ideológica que el partido había usado como elemento movilizador desde la oposición. La idea no salió bien por un error de cálculo. Ni la mayoría de su electorado ni la sociedad estaban ya donde se situaban cuando se aprobó una ley Aído ley Aídoque se ha acabado aceptando con normalidad.

Las cosas han cambiado. Ya casi nadie habla de Bárcenas, ni siquiera cuando el juez Ruz afirma que el Partido Popular manejó dinero procedente de un delito. La economía empieza a dar buenas noticias y ni el Banco de España hablando de ralentización enfría el entusiasmo gubernamental. Parece mentira que alguien tan hábil como Gallardón no viera las señales que desde antes del verano le advertían que repenalizar el aborto ya no le parecía tan buen plan al presidente. Gallardón se veía llegando a las elecciones como el único ministro que había cumplido el programa electoral y con el cariño de los votantes populares que más habían desconfiado de él. Dejarle hacer en su ambición le ha servido a Rajoy para ofrecer su perfil más moderado simplemente dejándole caer. Ahora es otra muesca en el revólver del presidente.