El paraíso huele a ozonopino

JOSEP MARIA POU

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Por qué, de repente, se me queda cara de idiota? ¿Por qué, de repente, el estupor me descuelga la mandíbula y me levanta las cejas tan arriba tan arriba que podría usarlas de flequillo? ¿Por qué me siento, de nuevo, el más tonto de la clase? ¿Por qué, si ya lo sabía, si lo daba por hecho, contaba con ello, lo oigo a diario, lo leo mil veces, me dicen, me hablan, comentan y aseguran? ¿Por qué? Pues porque, por increíble que parezca, todavía nos queda sitio para la sorpresa.

Oía, el domingo por la noche, el bombazo de los papeles de Panamá y me decía: ¿A qué tanto barullo, si todos lo sabíamos? De siempre, un secreto a voces. ¿Qué es lo que cambiaba, entonces? Por supuesto, la magnitud de la investigación y el peso en teras de los resultados. Y, por supuesto, los nombres, apellidos y foto fija de los protagonistas. La constatación fehaciente, el documento firmado, la huella en tinta impresa. Pillados con las manos en la masa. Aunque no tanto en la masa como en la mesa, algunos de ellos, disfrutando del bogavante a costa del contribuyente. O en misa, otros, bendiciendo con la derecha lo que afanan con la izquierda. Y si no se me ocurre nada en mosa, es porque me falla ahora la musa, ya sabrán disculparme.

Lo dice la Biblia: “Y Jesucristo le dijo al buen ladrón: en verdad te digo, que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. Y no le dijo más porque el buen ladrón, sabio en el oficio, conocía ya el camino de Panamá, de las Caimán, y de Antigua y Barbuda, que es nombre de nación aunque parezca mote de solteronas en celo. Los ingenuos decimos Paraíso y levantamos la vista al cielo de manera inconsciente. Craso error: el Paraíso está en la tierra, o eso afirman los bañistas de la piscina azul turquesa del hotel de 20 estrellas. No hay más que tener la pasta y ella misma te lleva al escondite.

Me pregunto, sin embargo, quÉ tendrÁ ese Paraíso que la mayorÍa, preguntados ahora, dicen que ya no, que se salieron, que lo dejaron hace tiempo. ¿Por qué? ¿Porque allí huele a podrido, quizás?

Hubo un tiempo en que el único paraíso que conocíamos era el de los cines de barrio, llamado también gallinero. Y a lo único que olía era a ozonopino. Las noticias hablaban de gestos furtivos: mano tonta en la rodilla y roce apresurado de pana y satén. Y en cuanto a latrocinios, se sabía sOlo de algún beso robado.

Eran otros tiempos. No mejores que estos, por supuesto. Solo otros.