Un paraíso de la censura

Embozados 8Los boicoteadores del acto de Felipe González y Juan Luis Cebrián en la UAM se cubren el rostro con pañuelos, máscaras y pancartas.

Embozados 8Los boicoteadores del acto de Felipe González y Juan Luis Cebrián en la UAM se cubren el rostro con pañuelos, máscaras y pancartas.

ALBERT SÁEZ

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Casi ninguna de las grandes revoluciones de los últimos 500 años en Europa ha nacido fuera de las paredes de las universidades. La libertad de cátedra, ganada con sangre contra la Inquisición, y la autonomía universitaria (entendida como autoregulación) han permitido generar un espacio de libertad inédito en el resto de la sociedad. Y en ese medio ambiente, han nacido  los grandes avances científicos, las grandes innovaciones tecnológicas y las grandes revoluciones sociales. Ni la transición, ni el 15-M -por poner dosejemplos locales- se entienden sin el espacio de libertad que es la universidad. Por eso, más allá de la miseria de los personajes, resulta hiriente que Felipe González y Juan Luis Cebrián no pudieran impartir una conferencia en una universidad. Seguramente, como escribía Juancho Dumall, el personaje de González está declinando a los ojos de muchos españoles a la velocidad que lo hizo Jordi Pujol al de la mayoría de los catalanes. Pero ese no es el tema.

La universidad tiene la obligación de escuchar -e incluso de dar la palabra- a todas las ideas y a todos los puntos de vista. Allí no cuentan ni los méritos previos ni los cargos ni tampoco los errores. De hecho, el error es en el método científico el principal camino a la verdad. Quienes quieren evitar los errores de Felipe deben esforzarse en escucharlo para saber exactamente lo que no deben hacer si llegan el algún momento a ejercer el poder como anhelan desde que soñaron con asaltar el cielo, un sueño legítimo y necesario. Lo que no puede ser es que las reglas que sirven para asegurar la libertad en la universidad acaben usándose para amparar la intolerancia. Si un grupo de asalto hubiera irrumpido en cualquier local para impedir un acto de González Cebrián, los organizadores habrían llamado a la policía para desalojarlos y el acto se hubiera celebrado aunque empezara con retraso. Pero precisamente como la universidad es un espacio de libertad tiene por costumbre no dejar entrar a la policía. Con lo cual el acto no se celebró y el espacio de libertad fue, por un día, un paraíso de la censura.