Los jueves, economía

¿Para quién las cajas nacionalizadas?

El FROB debería meditar y buscar una fórmula para retornarlas a sus propietarios, la sociedad local

¿Para quién las cajas nacionalizadas?_MEDIA_1

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ANTÓN COSTAS

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Parece que el FROB tiene intención de proseguir en las próximas semanas con la subasta de las antiguas Catalunya Caixa y Novacaixa Galicia. ¿Es legítimo que las venda al mejor postor? ¿No hay otras opciones? ¿No tendría que plantear ese debate a la sociedad antes de tomar la decisión?

Estamos tan vencidos y desarmados en medio de esta crisis que ya nadie se plantea preguntas elementales como estas. Pero, vamos a ver, si ha sido la sociedad española la que ha tenido que salir al rescate, ¿no debería participar en la decisión de qué hacer con esas instituciones una vez han sido rescatadas y saneadas?

La pregunta puede parecer retórica, pero tiene profundo sentido democrático. El principio es que el que paga los platos rotos tiene derecho a decidir qué hacer con los restos. Aunque parezca un ejemplo traído por los pelos, hoy estamos acostumbrados a que si pagamos una comida en un restaurante, le podamos pedir al camarero un taper con lo sobrante. Pues, salvadas las diferencias, con Catalunya Caixa y Novacaixa Galicia se trata de eso.

Los platos rotos de las finanzas los están pagando los ciudadanos. De diferentes formas. Primero, con las subidas de impuestos. Segundo, con los recortes de los gastos sociales. Tercero, con el aumento de la deuda pública. Y, cuarto, avalando el crédito que la UE ha concedido al FROB. Si son los que pagan, avalan y se quedan con el riesgo, tienen derecho a decidir. ¿O no?

Como ciudadano que está pagando los platos rotos, quiero ejercer el derecho a decidir en esta cuestión.

Me parece bien que los bancos intervenidos, caso del Banco de Valencia, se vendan al mejor postor. Eso sí, asegurando que sus antiguos accionistas pierden todos sus derechos y que sus directivos pagan las negligencias y tropelías que hayan podido cometer.

Pero cuando se trata de cajas, creo que tiene mucho sentido retornar esas instituciones a la sociedad. A algunos les parecerá una propuesta romántica, pero es técnicamente posible y económicamente beneficiosa. Eso sí, necesita que nuestros gobiernos recuperen soberanía política, es decir, dejen de ser meros recaudadores en beneficio de terceros.

Hay tres argumentos para sostener ese retorno de las cajas nacionalizadas a la sociedad. El primero es que la sociedad es la propietaria natural de las cajas. En términos económicos, propietario de una empresa es aquel que tiene derecho a quedarse con el margen que queda después de pagar los salarios y otros costes. Desde esta perspectiva, la propietaria de las cajas es la sociedad porque, a través de la obra social, es la receptora de los beneficios de las cajas.

El segundo es que el valor económico de las cajas para los territorios de origen es mucho mayor que el valor contable que aparece reflejado en los libros. Y, por lo tanto, su desaparición representará una pérdida de valor económico muy elevada.

El tercero es que las cajas son instrumentos financieros eficientes e inclusivos. Los interesados en quedarse con ellas dicen que es un modelo fracasado. Pero no es así. Lo demuestra la pervivencia de La Caixa, Kutxanbank, Ibercaja o Unicaja. O aún mejor, de Ontiyent y Pollença, las dos más pequeñas del sistema, que nunca participaron en la fiesta del crédito inmobiliario. Los fracasos vinieron en aquellos casos en los que se produjeron amistades peligrosas entre directivos y poder político y élites locales.

Las cajas fueron una de los grandes innovaciones del siglo XIX. La inclusión financiera de los pobres y su mejora de vida es impensable sin las cajas. Y siguen siendo un instrumento financiero muy potente en beneficio de los territorios. De esa importancia es muy consciente Alemania. Por eso no ha permitido a la UE su intromisión, preservándolas como joyas, a pesar de que sus balances no sean en todos los casos muy sanos.

Durante la gestión de la crisis se cometieron tres errores tremendos. El primero fue no intervenir desde el primer momento las cajas con malas prácticas financieras. El segundo fue condicionar el apoyo público al matrimonio poligámico, como si la poligamia fuese un seguro contra la infección. Y el tercero fue equiparar las cajas a los bancos. Fue una huida hacia adelante que no arregló ningún problema y creó otros nuevos. Y en esas estamos.

Ahora se trata de dar dos pasos atrás, volver al espíritu originario y romper esas poligamias. Ese retorno tiene que ser, naturalmente, con condiciones. Pero en este terreno, ya me parecen bien las restricciones que ha impuesto la UE.

Por lo tanto, el FROB no se debería precipitar abriendo la subasta de las cajas nacionalizadas. Debe tomarse tiempo para dar ese paso atrás, devolviendo a las cajas a sus propietarios naturales: la sociedad local.