Análisis

El pánico de una UE a medias

El resultado del referéndum británico no es un accidente al que se haya llegado por casualidad

RAMON XIFRÉ

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Lo apuntábamos aquí hace unos días: hoy es el comienzo de una nueva etapa de la Unión Europea. La orientación, la lógica del proyecto común europeo, está en crisis. El espíritu de este proyecto había sido siempre expansivo y, de hecho, las reglas estaban más bien pensadas para establecer condiciones a la entrada de nuevos estados miembros que para diseñar estrategias de salida.

Como apuntábamos pasado domingo, esto no es ningún accidente. Aquí no se llega por casualidad. Por un lado, los argumentos para votar en contra de la UE hace tiempo que se plantaron en el Reino Unido y se han ido regando abundantemente desde entonces. Por otro, muchos británicos opinan que la UE realmente no ha hecho lo suficiente por ellos. En términos de impacto económico a medio y corto plazo, parecía claro que era mejor para los británicos quedarse en la UE que marcharse. El tipo de argumento que ha dado fuerza a la opción de marcharse es político, incluyendo aquí la inmigración: fuera de la UE nos gobernaremos mejor y posiblemente seremos más estrictos con los inmigrantes.

Siempre es muy arriesgado decir una palabra sobre el futuro. Era difícil anticipar el resultado del referéndum, pero aún lo es más dibujar lo que puede pasar en el futuro con la UE.

En primer lugar, la retórica política demagógica en relación a la inmigración no es ni mucho menos exclusiva del Reino Unido. Entre otros países, en Francia, Alemania, Austria y Hungría hay corrientes políticas que se oponen a la inmigración. Estos movimientos no son mayoritarios pero van en alza. Los líderes políticos que juegan esta carta o bien no conocen la demografía de sus pueblos o bien --lo que es más probable y sería peor-- no tienen escrúpulos. La UE en su conjunto e, irónicamente, algunos de los países donde se ha avivado con más fuerza el sentimiento anti Bruselas, serán algunas de las sociedades más envejecidas del mundo dentro de 20 o 30 años. Y quien ha estudiado seriamente el impacto de la inmigración en las finanzas públicas en general concluye que aporta mucho más de lo que recibe.

Todo esto, dejando de lado las consideraciones éticas y humanas, que no lo deberíamos hacer. Si las ponemos sobre la mesa, siguiendo por ejemplo la invitación del papa Francisco, los motivos para acoger seres humanos que buscan un futuro mejor son aún más potentes. Da que pensar: después de los dramas que han vivido los refugiados sirios para huir de la guerra, la campaña del leave británico sostenía que la UE es un lugar donde entra cualquiera y que por eso hay que marcharse de ahí.

En segundo lugar, me temo que a la UE no le bastará declarar que seguirá muy unida para contener la situación. La intoxicación de los políticos juega un papel en los votos, pero la oposición de algunos europeos al proyecto de la UE va más allá; y es una oposición tanto desde la derecha como desde la izquierda políticas, en sus versiones menos contemporizadoras. La tentación de proyectar en Bruselas las propias incapacidades para resolver los problemas es fuerte para algunos aprendices de brujo que no son conscientes de lo mucho que ha hecho la UE por la mayoría europeos y por el mundo.