Al contrataque

A palos

ANA PASTOR

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Quería escribir este primer artículo tras el verano recopilando algunos de los momentos que nos ha dejado la actualidad. Quería recordar los ecos de una campaña electoral permanente que este otoño alcanzará su punto máximo. Los mensajes de quienes siguen creyendo que somos tontos, de quienes saben que lo seremos, los mensajes de quienes jugarán con nuestra frágil memoria y de aquellos que venían a despeinarnos la enferma democracia y que según las encuestas se quedan a medias. Iba a escribir sobre una de las últimas perlas de Cristobal Montoro: "la vida es así". Pero lo cierto es que esta semana no me sale hablar de la política patria. Detrás de ese ruido, escucho que, en el mayor movimiento de refugiados de la historia, Angela Merkel ha demostrado más empatía con las personas que piden asilo que muchos otros gobernantes a los que no miramos con tanta exigencia. El Gobierno alemán ha decidido aliviar a los países del sur de Europa que viven la presión migratoria como nunca (por marketing o por lo que sea, pero ahí está). Berlín ofrecerá asilo a los sirios que lleguen a Alemania aunque primero hayan pisado otros territorios europeos. (El tratado de Dublín dice que deben ser devueltos al primer país que hayan pisado en nuestro continente).

Europa y frontera son las dos palabras que mejor resumen el reto más importante al que nos enfrentamos. De entre tantas imágenes que han llegado estos días cuesta elegir una. Me quedo con tres: en mitad de las cientos de personas que intentan cruzar desde Macedonia veo a una niña de unos seis años sentada en el suelo. Tiene la mirada levantada hacia el cielo y sigue fascinada el camino que recorren las pompas de jabón que lanza desde uno de esos pequeños botes cilíndricos. Sonríe al verlas explotar ajena al desastre, a nuestro egoísmo, a la mirada de reojo de su madre sentada junto a ella. Segunda imagen: misma frontera. Pero la protagonista es una mujer siria mayor que besa la mano de una soldado macedonio para que la deje pasar. Entre uniformes militares, escudos y chalecos antibalas, se ve a esa mujer inclinada hacia la mano que sostiene una porra. El beso se posa en el antebrazo. No voy a interpretar la mirada de la soldado. Buscad la foto si podéis. Merece la pena.

El grito

Tercera imagen: dos hermanos de corta edad rodeados de policías que forman un muro entre ellos y sus familias. Los niños gritan y lloran entre el barullo de golpes y empujones. El más pequeño agarra la mano de su hermana. Tras el muro policial, la misma expresión de dolor entre los adultos. Mismos gritos. Mismos llantos. Bocas abiertas más propias de El grito de Munch que de la realidad del siglo XXI.  Los dos pequeños se miran. Se leen el miedo uno al otro. Huyen de la guerra y les recibimos a palos. ¿La vida sigue?