El epílogo

Palabra de Zapatero

ENRIC HERNÀNDEZ

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Aquella mañana invernal, en su luminoso despacho de la Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero parecía descansado y mentalmente en forma. Era febrero del 2008 y la campaña de las elecciones generales estaba a punto de arrancar. Tras un otoño negro en Barcelona por el caos de Cercanías, el AVE había llegado a Sants, impuntual, pero con éxito. Y el presidente, sintiéndose reforzado, defendía con fervor el esfuerzo de inversión que su Gobierno había realizado en Catalunya. La entrevista discurría por sus cansinos cauces preelectorales hasta que surgió la inevitable pregunta sobre la gestión de El Prat. El jefe del Ejecutivo saltó como un resorte y, mirando fijamente a su interlocutor, soltó las perlas que siguen.

«Por su concepción en red, el sistema aeroportuario español es uno de los mejores del mundo (...). Tenemos que preservar lo bueno y caminar hacia lo óptimo. Y lo óptimo es que las autonomías, especialmente las que tienen grandes aeropuertos como Catalunya, estén en la gestión; que nada que sea relevante para El Prat se haga sin la Generalitat».

«Preservaré el sistema aeroportuario español, porque tras las voces que hablan de El Prat hay un intento de privatizar los grandes aeropuertos, que podrían ser muy rentables (...). Hay sectores financieros muy posicionados detrás de ese objetivo. Yo preservaré el interés general, lo que más convenga a los ciudadanos».

El 'espíritu del IESE'

Sobrevolaba la sala el espíritu del IESE, la voz del empresariado catalán que en el 2007, unido por una vez, demandó una gestión descentralizada de El Prat para convertirlo en motor del crecimiento económico de Catalunya. Aunque ya escéptico por aquel entonces, el president José Montilla aún confiaba en que algún apaño permitiría a la Generalitat tener voz propia en la toma de decisiones sobre el aeropuerto.

Ahora que, impelido por los mercados a cuadrar las cuentas, Zapatero privatiza El Prat y prescinde de la Generalitat, es oportuno recordar sus palabras. E incluso preguntarse si las razones de eficacia ahora esgrimidas son compatibles con el «interés general» vindicado antaño.