Muestra de la Colección Carmen Thyssen

Paisaje con coles y figuras

El arte es también un diálogo entre estilos y generaciones, entre influencias y maestrías, entre culturas y percepciones

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zentauroepp43670051 icult exposicion natura en evolucio espai thyssenfotografia 180812170235 / NATÀLIA FARRÉ

Josep Maria Fonalleras

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¿Cómo miramos y admiramos la naturaleza? ¿Con una especie de complacencia optimista por los dones que hemos recibido, con la contemplación estática del paisaje que nos transmite algún sentimiento de placidez? ¿Con la euforia del espíritu o con la angustia del desencanto que nos hace perder vigor? ¿Dejamos que la naturaleza -su representación- nos informe de cómo somos o queremos infundir en la quietud de las cosas la efervescencia de nuestro interior? Muchas de estas preguntas se pueden responder después de haber visitado 'Natura en evolució', la nueva muestra de la Colección Carmen Thyssen que se expone en el monasterio de Sant Feliu de Guíxols. Ni que decir tiene que es, como cada año, una espléndida cita veraniega, esta vez para comprobar cómo el arte es también un diálogo entre estilos y generaciones, entre influencias y maestrías, entre culturas y percepciones.

Hay piezas magníficas -las que son bandera de la exposición- como 'Orquídea y colibrí cerca de una cascada', de Martin Johnson Heade, que es la imagen promocional; o como el paisaje fluvial de Van Goyen o el delicioso 'Campo de coles' de Pissarro, en el que destaca una figura humana en medio del verdor. Fragmentos de estas coles exuberantes, a la manera de un 'pattern' que podría ilustrar las guardas de un libro sobre botánica, están en un cuadernillo que es donde anoto las impresiones de la visita.

En una exposición como esta, siempre acabas eligiendo un cuadro preferido, aquel que no pararías contemplar si pudieras permanecer allí horas y horas. El mío es el 'Passeig de Sant Feliu de Guíxols', de Josep Amat. Ante la bahía, con Sant Elm al fondo, se ve el arenal que hace de 'frontera de mar', que era el nombre antiguo de la avenida, cuando el paseo no era ni siquiera un proyecto sino un espacio para faenar. Gente que pasea, hombres que arrastran un carro, los plátanos desnudos, alguien que toma el sol en un banco invernal. La combinación de la placidez de un mañana soleada y la melancolía de estas figuras que vagan en un escenario medio fantasmagórico me fascina. El Passeig y las ubérrimas coles de Pissarro.