Al contrataque

Pactos y puñetazos

PEPA BUENO

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Si se fijan bien en el vídeo que recoge la pelea en la Asamblea Nacional de Venezuela, en mitad de la trifulca extiende los brazos un hombre grande, con traje negro y camisa blanca. Trata de separar a los que decidieron ese día resolver la tensión y la discrepancia a puñetazos. No queda claro, porque el vídeo se corta, pero parece que su intervención consigue distanciar a los contendientes. Esa figura enorme, más alta que el resto, tratando de evitar a su país y al resto del mundo la vergüenza de ver a los diputados en plena refriega en el Parlamento amortigua un poco la desolación que provoca la escena. Qué admirables resultan esas personas que en las situaciones más difíciles no dudan en ponerlo todo en juego para evitarnos el desastre. Y qué poco cotizan en este momento de desconcierto y cambio en todo el mundo las posiciones intermedias, negociadoras, con voluntad real de entendimiento.

Tratar de entenderse

Una de las peores consecuencias de la Gran Crisis en nuestro país y en casi toda Europa es la laminación de la palabrapactode la vida política. Ceder y tratar de entenderse ha perdido crédito. Como existe una única política económica posible, ¿qué consenso puede haber con los discrepantes? El Gobierno español lleva año y medio gobernando por decreto.

Pero ahí tienen también aFrançois Hollande, que ha tenido que remendar a toda prisa un documento interno del Partido Socialista francés porque osaba criticar el dogmatismo austericida deAngela Merkel.Ahí tienen a Italia, que ha necesitado prolongar la vida pública de un anciano de casi 90 años para conseguir poner de acuerdo a unos políticos que se jugaban su propia supervivencia. Y aquí tienen de nuevo a España. Ha tenido que confirmarse que tenemos por delante al menos un lustro de sufrimiento y paro para que el Gobierno se decidiera ayer a recoger el guante que esta semana han lanzado la oposición y los agentes sociales para sentarse en torno a una mesa y sumar esfuerzos y propuestas, al menos contra el desempleo. El CIS de ayer revela hasta dónde cae la confianza ciudadana en los partidos y en todo lo que hagan. Por el bien de todos hay que esperar que esta vez no se trate solo de hacerse una foto.

Esta desconfianza es la tragedia de la política y los políticos. Tantos años de conchabes, corruptelas y complicidades tácitas que han empezado a emerger al calor de la crisis han acabado por desprestigiar su razón de ser: discutir, ceder para sumar, pactar para sacar a este país del hoyo. Eso unido a la constatación de que quienes mueven los hilos de la economía financiera le han ganado el pulso a la política tradicional.

Probablemente desde el intento de golpe de Estado del 23-F no hemos estado en una situación que comprometa tanto la forma de vida de los españoles como esta crisis. No es tarea para un solo partido. Por mucha mayoría absoluta que tenga y por mucho que al segundo le vaya peor en las encuestas.