Los prolegómenos del pacto fiscal

Pactismo: historia y presente

Buena parte de la intelectualidad y la 'intelligentsia' concluyen que el Estado ha ido demasiado lejos

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XAVIER BRU DE SALA

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Jaume Vicens Viveses el teorizador moderno del pactismo, inscrito según él de forma permanente en el carácter catalán. Hasta qué punto esto sigue siendo cierto, es motivo de controversia. En los últimos años, pactismo y autonomismo casi se han identificado, de forma que los soberanistas reniegan del pactismo con el argumento de que no pasa de ser una excusa para someterse al poder central español. Pero la cuestión es algo más compleja. Para poner un ejemplo de estos días, bien se podría decir que la famosa cumbre de Pedralbes es una manifestación de la idiosincrasia pactista propia de este país: ¿qué debemos hacer ante la crisis? Una reu-nión de los diferentes estamentos o brazos (partidos, sindicatos, patronales, Govern y expertos) para llegar a acuerdos. Lo contrario de la imposición desde arriba. En nuestros días, quizá existe un plus catalán, pero de ningún modo una exclusiva: la concertación y el consenso, herederos del pactismo, son imprescindibles en la gobernanza contemporánea.

El pactismo surge en la época feudal, entre los condes de Barcelona y los nobles, justo al final de la vida deErmessenda(si no la han visto, recupérenla en TV-3 a la carta). Se desarrolla en los siglos siguientes para regular las relaciones de la monarquía, la nobleza y los ciudadanos. Fidelidad, lealtad mutua, reparto equilibrado del poder. La llegada de losTrastámara,acostumbrados al autoritarismo castellano, trajo graves tensiones e incluso una guerra de la Diputació del General contra el reyJoan II.El conflicto de los siervos de la gleba, en lucha para abolir losmalos usosde los nobles contra el campesinado, perdura hasta la sentencia arbitral de Guadalupe, dictada porFerran II(el Católico en la tradición hispánica). Hay que tener presente pues que los catalanes no siempre fueron fieles al pactismo.

Al contrario, las pulsiones guerracivilistas, las luchas entre facciones, son también una constante que estremece. No hay que olvidar que, en proporción, aquí ha corrido mucha más sangre hermana y durante más tiempo que en los países de nuestro entorno. Quizá es la cruz del pactismo, del poder blando, de la autoridad lejana o ausente lo que favorece la tendencia al individualismo, la rebelión y la indisciplina. A los catalanes de hoy todavía les molesta la jerarquía.

Volvemos al pasado. En el siglo XVII, la guerra de los Segadors tiene por objeto mantener las formas propias de gobierno frente al intento de imposición de Castilla, propuesto por el famoso conde duque de Olivares.El austracismo catalán de la guerra de sucesión conllevaba un objetivo no muy diferente. De forma que bien podemos hablar de un pactismo interior, que nadie pone en cuestión y de un pactismo entre los estamentos catalanes y el poder central español. Después de siglos de derrotas de las aspiraciones catalanas, no parece impropio hablar de pactismo en la Constitución que incluye el sistema autonómico. Esto es lo que muchos critican, con el argumento de que en los últimos tiempos, y de forma especial con la sentencia del Constitucional, el pacto se ha convertido en forzada sumisión. El requisito de partida para el pactismo es la igualdad. O por lo menos cierta igualdad.

¿Cómo se explica que el catalanismo, que siempre ha sido muy mayoritariamente pactista, vaya dejando de serlo? El cambio es profundo. Recordemos que el catalanismo, liderado por la burguesía, pedía proteccionismo, orden y autonomía. A pesar de todo, España ofrecía un marco con posibilidades de desarrollo. Incluida en la España uniformista, autoritaria y militar, y en buena parte contra ella, Catalunya ha mantenido la identidad y ha llegado bastante lejos en términos de prosperidad y modernidad. Esto es lo que, para muchos, ha dejado de ser. España o, mejor dicho, el poder central español, desequilibra el tablero a favor de Madrid y favorece la capitalidad y la primacía en todos los ámbitos, en detrimento de Catalunya. Lo que no se había conseguido en siglos, ha llegado a ser una realidad en pocos decenios.

No hay que ser independentista para constatarlo.Jordi Pujolno encuentra ningún argumento de fondo para rechazar la independencia. El socialistaGermà Bel aporta nuevas razones para la independencia en su libroEspaña, capital París.No es el único. Buena parte de la intelectualidad y la intelligentsiaconcluyen, o están a pocos pasos de hacerlo, que el Estado ha ido demasiado lejos, de forma que los desequilibrios generados son difícilmente corregibles mediante un pacto. Demasiado tendría que cambiar España como para que Catalunya reencontrara las oportunidades del pasado. Cada vez más gente de peso constata que, lejos de propiciar un ambiente favorable al diálogo, Madrid se embala para reforzar la hegemonía, conseguir la satelización, chupar riqueza, flujos, energía. Por primera vez en la historia, concluyen, la cosa tiene difícil arreglo.

El acuerdo fiscal que propone elpresidentMaspuede ser la última oportunidad del pactismo... o bien la palanca hacia el soberanismo mayoritario.

Escritor.