Una organización clave

La OTAN, en una edad crítica

La Alianza Atlántica cumple 65 años con un nuevo protagonismo en el tablero internacional

PERE VILANOVA

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La OTAN acaba de cumplir en abril la respetable edad de 65 años. Algunos hablan de «tercera edad», otros de «segunda juventud», pero la verdad es que esa edad también se empareja con la jubilación. Y, a la vez, la organización está cada vez más solicitada y, con la crisis de Ucrania, su protagonismo vuelve al corazón de Europa. No para que vaya a intervenir, sino para que se visualice su considerable papel político. No, no estamos ante una nueva guerra fría, sería demasiado fácil. Hay que interpretar lo que está pasando y si la OTAN ha de tener un papel en ello. No es tan fácil.

Como organización político-militar, la OTAN ha atravesado la historia contemporánea desde 1949 hasta hoy, la guerra fría, la caída del comunismo soviético y estos últimos 25 años de mundo posbipolar. Se considera que durante la guerra fría el Tratado de Washington, o más formalmente el Tratado del Atlántico Norte, pareció haber cumplido su función como tratado internacional. No ha tenido que ser modificado, excepto en dos detalles menores: en 1951 se añadió una mención a las islas mediterráneas territorio de estados miembros (por Turquía y Grecia), y en 1962 desapareció la anacrónica mención a «departamentos franceses» (como Argelia) que entraban en el concepto de protección territorial. Ahora bien, la clave de esta estabilidad del texto se debe a que su formulación es tan abierta, tan poco coyuntural, que valdría para todos los tiempos. En cambio, lo que sí han cambiado son las estructuras militares de la OTAN, el número de miembros (hasta 28) y otras instituciones complementarias.

En lo que sí es muy preciso el tratado es en el campo geográfico de aplicación, el Atlántico norte al norte del trópico de Cáncer, incluidas algunas islas del Mediterráneo. Pero no pone límites de actuación hacia el este. De modo que si el campo de operaciones debiera ser literalmente el Atlántico norte, ¿qué hace la OTAN en Afganistán? Hay un malentendido entre la letra del tratado y la dinámica operativa de la OTAN actualmente.

La OTAN cumplió las funciones asignadas durante la guerra fría: la disuasión militar ante el enemigo central, la Unión Soviética. No hubo guerra directa entre el Este y el Oeste, a pesar de que la OTAN y el Pacto de Varsovia (la organización homóloga del bloque soviético) estuvieron frente a frente durante 45 años. Con algunos sobresaltos: crisis de Berlín, las revueltas de Budapest y Praga, en Polonia, la crisis de los misiles de Cuba... Es decir, la disuasión, visto el proceso desde el 2014, parece que funcionó porque no pasó nada, al menos en Europa, directamente entre EEUU y la URSS (y sus aliados respectivos). O se puede afirmar que la OTAN funcionó a base de no entrar nunca en operaciones reales.

En cambio, a partir de 1991, desaparecida ya la Unión Soviética, la OTAN ha entrado a lo largo de los años realmente en varias operaciones (Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganistán, contra la piratería en aguas del Índico), y el problema es que, por bien que hayan ido (y algunas funcionaron adecuadamente en relación a los fines buscados), no han ido del todo bien.

Por otro lado, la OTAN ganó la guerra fría pero quedó tan desorientada al quedarse sin enemigo frontal (al desaparecer la URSS como amenaza) que aún no se ha repuesto. Ganó la guerra fría sin ninguna batalla militar, sin la rendición de las tropas enemigas. De hecho, el adversario se volatilizó, la perestroika hizo un trabajo que remataron con entusiasmo las 15 repúblicas federativas que conformaban la URSS, que pactaron convertirse en 15 nuevos Estados soberanos internacionalmente reconocidos. Y a los que Rusia, con Vladímir Putin, quiere hacer volver a casa, o al menos ponerlos bajo su área de influencia directa.

Desde 1992 Rusia ha potenciado y amparado al menos cinco amputaciones territoriales de estados exsoviéticos vecinos: Abjasia, Osetia del Sur, Nagorno Karabaj, Transnistria y ahora partes de Ucrania. Y la OTAN, ante esto, no puede hacer gran cosa más que maniobras simbólicas en los países bálticos o Polonia.

El escenario de una guerra real con Rusia está totalmente excluido, y además, los artículos 5 y 6 del Tratado de Washington son taxativos: mientras no haya una amenaza o un ataque militar directo contra un Estado miembro, la OTAN no puede actuar. La organización vive desde 1992 en un estado de  gran desorientación estratégica.En descargo de la OTAN, sin embargo, hay que preguntarse quién no se encuentra desorientado estratégicamente desde hace un cuarto de siglo. Adaptarse a un mundo complejo y fragmentado, o jubilarse a los 65: este sería el dilema.