REGALOS IDEALES

Oro, incienso y mirra

En el dar y el darnos está la condición de posibilidad de unas relaciones humanas de calidad y de unas comunidades basadas en el bien común

Los Reyes Magos, a su llegada a Esplugues en 2016.

Los Reyes Magos, a su llegada a Esplugues en 2016. / periodico

NÚRIA ICETA

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Como no soporto esto de los propósitos de año nuevo por las falsas expectativas que generan, prefiero dedicar este espacio a pensar cómo deberían ser hoy los presentes que los Reyes de Oriente llevaron a Jesús en el pesebre. Intentaré, por un lado, recordar que no eran ni reyes, ni magos, ni mágicos, sino probablemente solo tres hombres (¿seguro?) sabios que supieron leer una estrella amarilla. Y seguiré soñando, porque que en el dar y el darnos está la condición de posibilidad de unas relaciones humanas de calidad y de unas comunidades basadas en el bien común.

El oro del rey Melchor, el blanco, es quizá el más evidente. Quería ser una demostración de poder terrenal. ¿Cómo se representa la riqueza en 2018? ¿Podría seguir teniendo forma de oro? ¿Petróleo? ¿Diamantes? ¿Un apunte de bolsa? ¿En qué se camuflan las grandes fortunas? Da igual, no veo mayor riqueza que la del conocimiento, que nos hace libres y nos iguala a todos en oportunidades. Hecho: una biblioteca.

El incienso del rey Gaspar, el rubio, remite a ceremoniales religiosos. Quería ser una demostración de veneración. Me gustaría que en vez de sustancias que engañan los sentidos porque esconden los malos olores y nublan la vista, fuéramos más valientes a la hora de mirar alrededor, y de mirar a nosotros también bien adentro, porque nadie lo puede hacer por nosotros. Hecho: unas gafas.

La mirra del rey Baltasar, el negro, es lo que nos resulta más desconocido. Quería ser una demostración de la condición humana, ya que de la mirra se hacía una resina que servía para embalsamar. Uf. ¿Embalsamar? La fragilidad y la finitud de la condición humana se encuentran en nuestros pobres cuerpos caducos. Cuidémoslos, sin ellos no somos nada, pero tampoco los sacralicemos. El rostro es lo primero que se ve de nosotros, pero no es lo más importante. ¿Qué podemos hacer con él que sea tan frágil, volátil, sencillo y preciado? Hecho: un beso.

¿Y el carbón? Ay, eso ya lo dejo para cada uno. Que tengáis unos buenos Reyes, pero por si acaso, no lo fiéis todo a la magia, poned un poco o mucho de vuestra parte.