Gente corriente

Oriol Monguillot: «Son perros, no debemos tratarlos como personas»

Paseador de perros. Lo probó todo. O casi todo. Y, al final, se quedó con los perros. Los cuida, los lava, los peina y los pasea.

Oriol Monguillot

Oriol Monguillot

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Oriol, de 41 años, cuenta que ahora, cuando se encuentra a algún amigo de la infancia, siempre surge de su boca, de la de todos, la misma expresión: «Hombre, por fin....» Por fin puedes vivir de, con y por los perros. Era su ilusión, su obsesión, su destino. Hizo de todo, desde panadero a fontanero y taxista. Hasta que se enteró de que en una tienda de perros de su barrio buscaban un peluquero. Hizo un curso intensivo y empezó a peinar, lavar, pasear, mimar y cuidar a decenas de animales.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: es evidente que para usted los perros son, sin duda, los mejores amigos del hombre, ¿no?

–Yo no suscribo eso de que «cuanto más conozco a mi perro, más odio a las personas», como tampoco eso de que son nuestros mejores amigos. Son perros, animales, y punto.

–¿Me dirá que no siente un cariño especial por ellos, sean suyos o no?

–Yo quiero un millón de veces más a las personas que a los animales, ¡por favor! Mis mejores amigos son hombres y mujeres, ¡faltaría más! Yo, a los perros, trato de comprenderlos, de entenderlos, de atenderlos cuando los dejan bajo mi cuidado, pero jamás los trataría como personas porque son perros, animales.

–Pero a usted le deben hablar, fijo.

–Puede que los perros me tengan un cariño especial, sobre todo aquellos con los que convivo habitualmente. Cuando están conmigo es como si estuviesen de colonias. Sospecho que lo saben, sí. Y es verdad, después de estudiarte durante unas horas, de sospechar 'vale, me toca lidiar con este tipo, este va a ser quien me cuide, me pasee y me dé de comer durante las próximas horas', se entregan a ti por completo. Y es, a partir de ese momento, cuando te hablan con la mirada, te piden con los gestos, te aman con el roce. Te creen el jefe de la manada. No más.

–Lo que quieren es no estar solos, odian la soledad, ¿a que sí?

–¿Quién quiere estar solo? ¡Nadie! Hace cientos, miles, de años que los domesticamos, pero siguen queriendo estar en manada, juntos, buscando, eligiendo un líder. Lo hacen hasta en casa. Fíjese, ellos escogen al padre, a la madre, al hijo como jefe. No hay nadie más noble ni más fiel que un perro. Solo tiene que ver la fiesta que hacen cada vez que alguien entra en casa: ladran, saltan, te lamen, te empujan, celebran tu llegada. El perro es el primero que te recibe en casa, ¿a que sí?, el primero.

–¿Quiénes reclaman sus servicios?

–Gente mayor, con problemas de salud o movilidad, que o no pueden sacar su perro a pasear o solo tienen fuerzas para dar una vuelta a la manzana y el perro necesita más ejercicio. Gente con problemas de horario en el trabajo. O, simplemente, gente que necesita un canguro de dos o tres días, amos que no quieren dejar su perro en una residencia.

–Deberíamos de ir con más cuidado a la hora de escoger un perro.

–Depende para lo que lo queramos, dónde vivamos, si tenemos o no familia. Hay perros muy adecuados para la ciudad: yorkshires, schnauzers pequeños o pinchers. Los grandotes, los perros de trabajo, son fabulosos, pero has de tener tiempo para pasearlos. Contrariamente a lo que la gente cree, se puede tener un perrazo en un piso pequeño, pero has de pasearlo mucho. A mí, cuando me entregan perros de trabajo (pastores, huskys, gos d'atura), los llevo sueltos. ¿Sabe por qué? Porque, dado su instinto, ellos van de arriba abajo del grupo, suben, bajan, giran alrededor nuestro, tienen la sensación de que yo y los peques, a los que suelo llevar atados a mi alrededor, somos su rebaño. Es fabuloso, sí.

–Yo he visto paseadores de perros en Nueva York y, especialmente, en Buenos Aires que llevan hasta 20 animales a su alrededor.

–Yo también, sí. Yo no podría, me gusta saber a quién paseo. Ve, hoy tengo aTitu,Ona,NonayCoke. Yo también he estado en esas ciudades y, sí, he visto grandes paseadores y nunca mejor dicho. Pero, ¿sabe qué?, tengo la sensación de que, en esas ciudades, tener paseador de perro se ha convertido en un símbolo de estatus. Soy tan rico, que hasta tengo quien me pasee el perro. Y no es eso, no.

–Si tardan días en volver a contratarle, ¿se acuerdan de usted?

–No de forma inmediata. Los perros no tienen ni pasado ni futuro, viven solo el presente, el momento. Te huelen, te estudian y, al rato, ya están bien contigo. Te miran y es como si te dijeran: 'Vale, humano, me molas, seremos amigos'.

–Eso de que usted sea también su peluquero, les debe gustar, ¿no?

–Sospecho que es lo que menos les gusta de mí. Los que tienen el pelo largo y con nudos, tal vez se sientan aliviados tras un buen lavado y corte, pero, insisto, son perros y les gusta oler a perro, revolcarse por el barro. Dudo de que tengan la sensación de ir limpios, aseados y guapos.