Análisis

Orgullo, prejuicio... y negocio

Si en España, el país más 'gay friendly' del mundo, aún hay quien pierde el trabajo por mostrar su orientación, ¿qué no pasará fuera?

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LUCÍA ETXEBARRIA

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La primera vez que yo acudí a un desfile del Orgullo Gay éramos cuatro gatos. Y dos perras. Una, yo. La otra, la perra de cuatro patas que entonces vivía conmigo. La gran mayoría de mis amigos no se atrevieron a venir. Todos, todas, vivían en el armario. Yo también. Estaba terriblemente confusa respecto a lo que sentía, y ni siquiera sabía qué nombre ponerle.

A mis novios les había parecido fantástico desde siempre que me gustaran las chicas, siempre y cuando las compartiera con ellos. Me veían como un curioso animal exótico que podía ser muy divertido en la cama, ninguno consideraba a mis amigas competencia porque sencillamente no se tomaban en serio lo que yo pudiera sentir. Solían pensar que bueno, una chica le puede dar a otra chica ternura y complicidad pero donde esté un buen rabo que se quite todo lo demás. Cuando a uno de ellos le dije que estaba pensando en dejarle a él por una chica, casi nos mata. A mí y a ella. Yo ya no era un animal exótico, sino –ya lo he dicho– una perra.

Recuerdo que en el desfile había mucha gente que nos insultaba desde la acera, grupos católicos y provida, y en sus caras de odio vi reflejada la de aquel novio.

UN IMPULSO ECONÓMICO

Escribo desde el ARN Culture & Business Pride, un encuentro internacional de personalidades de LGTBI de la cultura, los negocios, la investigación y la política organizado por el Ayuntamiento de Arona, en Tenerife, que es un municipio turístico. A mí siempre me llevan a estos sitios porque soy la B del acrónimo: soy bisexual y ya lo dije hace 25 años, cuando nadie se atrevía a decirlo. Aunque yo creo que ya debiera ser la A de asexual, en vista de la poca vida sexual que llevo.

No dudo de que si Arona ha visto conveniente organizar este encuentro es porque sabe que la población LGTBI también se va de vacaciones, y gasta dinero. (Gracias: el sitio es maravilloso; el hotel Tigona, divino, y a la organización me la llevaba a casa). De la misma forma, el Orgullo Gay en Madrid mueve mucho dinero y aporta un impulso económico a la ciudad. En una sociedad capitalista como esta en la que vivimos, eres importante y visible mientras gastes. Pero aunque haya cierto tono crítico en lo que digo, porque sí que siento que a veces se nos ve solo como target de consumo, esto no es del todo malo.

España es el país más gay friendly del mundo (según Pew Research, entre otros), y esto repercute beneficiosamente en nuestra economía, porque nos hemos convertido en el destino turístico de millones de parejas que quieren besarse tranquilamente en la piscina, ir por la calle abrazados, cogerse la mano en el restaurante sin tener que hacerlo por debajo del mantel… Todo sin que se abatan sobre ellos miradas de odio como las que yo sufrí aquel año (y sigo sufriendo a veces). Es una prueba de que cuanto más abierta y tolerante es una sociedad, más proactiva es.

ES IMPORTANTE SER VISIBLE

Marta Fernández Herráiz, la directora de Les Working, la red profesional internacional para mujeres lesbianas, me confirma que, desgraciadamente, en España aún existen casos de mujeres a las que se ha expulsado de la empresa por mostrar su orientación sexual. Y si esto sucede en el país más gay friendly del mundo, si en nuestras calles se ha paseado un autobús incitando al odio tránsfobo, ¿qué no pasará fuera? Si eres LGTBI puedes acabar en la cárcel en 75 países o enfrentarte a la pena de muerte en 13.

Y por eso seguimos necesitando desfiles del Orgullo LGTBI. Porque es importante ser visible. Porque los derechos humanos deben respetarse en todo el mundo, para todas las personas.

Y porque además es un negocio