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Más público para 'Vida privada'

Una reivindicación de la novela de Sagarra para entender Barcelona, a raíz de la adaptación que ahora estrena TV-3

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Miqui Otero

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Aquí me tienen, garabeatando una libreta en las Ramblas y a unos segundos de vivir una escena de novela. Me he enrolado en una ruta turística por la Barcelona colonial, la del tráfico de esclavos y las fortunas de los indianos. Bizqueo un poco (el sol aprieta) cuando miro la fachada del Hotel 1898, que en su día fue sede de la Compañía General de Tabacos de Filipinas; un edificio reformado por Núñez i Navarro, en cuyos bajos un escaparate de Starbucks convierte a dos tipos sorbiendo frapuccinos en viñeta de ciudades globalizadas e intercambiables. Solo en esa instantánea, mil capas de la ciudad, desde la levantada gracias al comercio ultramarino de carne humana a la entregada al turismo. Pero aún hay más: justo en ese instante, cuando el guía nos habla de indemnizaciones a los esclavistas, pasa un tipo, envuelto en una bandera rojigualda y con pancartas de fidelidad monárquica, enarbolando un megáfono que emite la canción 'El negro no puede', de Georgie Dann. Tres alemanes en chanclas bailan.

Esta escena verídica, que no salió en la prensa al día siguiente pero que podría acabar en una novela, relata pasado amnesiado, pulsa presente desquiciado, adelanta futuro raro de Barcelona.

La ciudad nos explica su historia a través de sus monumentos, placas de calles y relieves de mármol en fachadas donde aparecen colmenas (laboriosidad de las colonias), ruedas dentadas (fábricas), caduceos (comercio), anclas (ultramar), querubines con penacho (explotación infantil en las Américas) y bolas de hilo (industria textil). Pero no solemos mirar este tipo de cómics en clave, así que la entendemos gracias a algunas novelas, el lugar de las vidas privadas y los secretos a voces.

Yo, por mucho que la paseara, no entendería jamás Barcelona si no fuera por 'Vida privada', la novela total de Josep M. de Sagarra: "Una línea vertical que va desde lo más alto de la sangre y el dinero hasta los sitios más putrefactos del Distrito V". El retrato de una Barcelona de los años veinte con el dinero colonial caliente, en la que perdían brillo las cuberterías de plata bruñida de esa aristocracia que pensaba que la vida era "jugar al bridge, poner hijos en el mundo porque sí, perder una fortuna y estrenar corbatas".

Sus personajes deformados parecen todos circular por el pasillo de los espejos cóncavos y convexos del Tibidabo. Pero la sordidez no solo se encuentra en las clases bajas (ahí la sordidez es impotencia económica y tristeza de la carne), sino en la deriva decadente de las altas (¿Y si el vicio somos nosotros?, se pregunta un personaje).

'Vida privada', esa piñata de frases exuberantes y aciertos valientes, tiene un doble mérito: casi carecía de tradición de este tipo de novelas en catalán y se publicó en una ciudad pequeña donde todos los personajes retratados se quejarían. Ahora TV-3 estrena una serie que quiere adaptarla. Y es una gran noticia siempre que sirva como invitación a leer entre las líneas de esta obra majestuosa lo que nuestras versiones oficiales olvidan y lo que no sabemos interpretar en nuestras calles.