ANÁLISIS
Un cuento triste de Navidad
La lacra del depoje sacude desde hace décadas a muchos deportes y no solo al ciclismo
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Sergi López-Egea
Hace años la esposa de un ciclista, que por cierto no era de los malos, me comentaba que, en la última etapa de la carrera deportiva de su marido, le insistió hasta la saciedad para que dejase el deporte profesional. Y lo hacía por su salud. "No puede ser que estés todos los días tomando tantas y tantas pastillas". Y no eran de dopaje, precisamente, sino vitaminas, antiinflamatorios, lo que fuera necesario para que un cuerpo agotado y casi enfermo por más de una década en el pelotón profesional aguantase el estrés de la alta competición.
Si se habla con cualquier médico especializado en deporte enseguida cuenta que la competición intensísima, sobre todo en especialidades de fondo, no es recomendable para la salud. Para nada.
Por eso, y lógicamente por el afán de conseguir victorias, existe el dopaje, desde hace décadas; mucho antes de que dramas como el que sufrió el ciclista británico Tom Simpson en el Ventoux hace 50 años, obligasen a instaurar controles antidopaje.
La final del Mundial de fútbol de 1954
Todos han buscado métodos y sistemas para ser más fuertes, más altos y más rápidos. Y en todos los deportes. La historia profundizó, por ejemplo, como en la famosa final del Mundial de fútbol de 1954, en la que Alemania Occidental derrotó a Hungría, los grandes favoritos, por 3-2, en el llamado 'Milagro de Berna', los jugadores germanos pudieron utilizar pervitin, las 'anfetas' con la que los soldados nazis superaban el miedo en la Segunda Guerra Mundial.
El dopaje, como si fuera un cuento triste de Navidad, no ha sido una lacra exclusiva del ciclismo, aunque otros deportes han sido más listos a la hora de esconder sus miserias. El tenis trató de pasar de puntillas cuando Andre Agassi reconoció haberse dopado en los 90. Y ahora aparece de nuevo el atleta Justin Gatlin acosado por el dopaje. Pasará la Navidad pero el dopaje seguirá por desgracia muy presente en el deporte, más allá de una diana que siempre apunta al ciclismo.
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