El ogro es el Atlético

ALBERT GUASCH

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Laurent Blanc, el entrenador del Paris SG, indicó en vísperas de enfrentarse hoy al Manchester City que se sentía sumamente aliviado de no jugarse las semifinales contra Messi y sus amigos. "El ogro del Barça", fue la formulación que empleó. Comprendemos su sensación balsámica. Lo comprende todo el mundo. Nadie quiere medirse a un gigante a estas alturas. Y el gigante, que suele poner a temblar a quien se cruza por su camino, descubrió que hay otro ogro que no se asusta fácilmente.

El Atlético confirmó que es un rival antipático y farragoso, dificilísimo de doblegar. El Cholo Simeone configura equipos que saben competir. El Barça y el tridente confirmaron por su parte las palabras de Luis Enrique en la previa: "No son máquinas", dijo de sus estrellas.

Ciertamente, no lo parecieron en la primera parte. Máquinas imprecisas, si acaso. Dio la impresión de asistir a una prolongación del desengaño ante el Madrid. Pero en la reanudación se abrió el cielo. Se sobrepusieron al cholismo, ese fútbol sustentado en la tenacidad más asfixiante, imprescindibles las espinilleras, y a la herida causada por el gol de Fernando Torres, un ogro particular azulgrana. Tan a menudo ha dado la sensación de ser un futbolista inferior a su planetaria reputación, y la de veces que ha castigado al Camp Nou. Quizá eso agrava la frustración ante su lluvia pertinaz de goles.

El Barça se agrandó como se espera de un coloso del fútbol ante la contrariedad. En la refriega constante que es un partido contra el Atlético, Luis Suárez se encontró a sí mismo, se hizo protagonista, con un toque oportunista, con un remate furioso, lanzando su cuerpo contra las rocas. Fue el ogro para los atléticos.

PARTIDOS QUE ENDURECEN

Ahora que el Camp Nou adquiere nuevos rituales (pitidos al himno de la Champions; ovación cerrada en el minuto 14, los coros de siempre del minuto 17: pronto habrá que ir al campo con un guion), parece que la angustia se hace un hueco para instalarse también en la partitura de los encuentros. Pero esto es la competición de los mejores, estos son cuartos de final, y las autopistas hacia la portería se han acabado.

El Barça sale reforzado, sobre todo a la vista de que pudo haberse hecho daño, de que quien más quien menos temió un bajón en el momento más inesperado de la temporada. Estos duelos endurecen a un equipo con aspiraciones elevadas. Permiten adquirir resiliencia, que será muy necesaria en la vuelta en Madrid y, si hay acierto, en la próxima eliminatoria. Queda mucho por sufrir. Pero ya se sabe que los gigantes no se asustan.