La película sobre el fin de una maldición
Albert Guasch
Periodista
ALBERT GUASCH
Ya fuera para elevar los ánimos tras ser abatidos por el Everton o para compactar al grupo ante la adversidad, Pep Guardiola invitó por su cumpleaños a jugadores y personal del Manchester City a ver 'La la land'. Demasiado premio después de tan contundente derrota, dirán los más fans de la premiadísima cinta; demasiado castigo, expondrán los críticos, que ya los hay.
No necesitará mirar la cartelera Luis Enrique para encontrar un título con el que ahuyentar complejos. Ya no hay maldición de Anoeta. Se acabó el encantamiento maléfico. Duraba desde el 2007, cuando Frank Rijkaard se sentaba en el frío banquillo de San Sebastián, ciudad cinematográfica donde las haya. No fue un festival lo que desplegó el Barcelona. Una actuación entretenida, de correcta factura, pero no de premio. El guion azulgrana adoleció de altibajos. Aun así, buena taquilla para la vuelta en el Camp Nou.
Neymar se erigió en el protagonista principal de la historia. Trabajó, percutió, provocó otro penalti y lo ejecutó con suspense, como ante el Athletic, con pausa dramática y el cuerpo encorvado, como si se escondiera detrás de un árbol antes de moverse y disparar, casi una interpretación. Neymar ha roto sus penas ante el gol a base de penaltis que él mismo provoca. A la vista está que le sientan bien.
Messi debió conformarse ayer con un papel más secundario. Destacó por su intensidad en la protesta, en particular en el primer tiempo. El vaho de los primeros planos dotaba a su crispación de una notable plasticidad. Sorprendió, dado lo poco que habla fuera del campo. Ya lo hacen otros por él. Como su amigo Suárez, encargado de canalizar su fastidio, o su padre Jorge, al que le toca difunde paz y tranquilidad al público barcelonista.
La superestrella siempre deja detalles, por eso. Le enjaularon en varias ocasiones en el centro del campo los jugadores donostiarras, pero él siempre encontró salidas con fintas prodigiosas. Encontraría una escapatoria aunque lo encerraran en una mazmorra. O en Alcatraz, por estirar el hilo cinematográfico.
GIRO INCIERTO
Rakitic, uno que ha sido muy secundario últimamente, casi un figurante, volvió a sentir las sensaciones excitantes de aparecer en el reparto principal. Jugó 68 minutos que no le van a garantizar, por eso, una continuidad.
El Barça, y ese es el nudo del relato de Anoeta, no solo ha roto una mala tradición, no solo ha metido un pie en semifinales, sino que sobre todo ha invertido la tendencia con el Real Madrid. Sube mientras el rival baja. Aún no se intuye el final feliz, pero cuanto menos la película de la temporada toma un giro hacia lo incierto. Y el fundido en blanco ya no es tan evidente.
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