Pequeño observatorio

La opción R: hacer el ridículo

JOSEP MARIA Espinàs

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Pienso queXavier Roig,autor deLa dictadura de la incompetència, debe de haberse quedado sorprendido –o quizá no, pues conoce bien el país– viendo lo que ocurría cuando se empezó a votar la reforma de la Diagonal de Barcelona. El ayuntamiento te incita a ir a votar, la gran campaña te empuja hacia una urna, y resulta que tu voto puede que no sirva de nada. Con frecuencia, la informática no funcionaba, de modo que tú no votabas aunque creyeras que sí. La cara de desconcierto del propio alcalde daba pena.

Yo no digo que para organizar una votación de broma como esta se tenga que contratar aXavier Roig,que vive aquí y que fue responsable delsoftware de los Juegos Olímpicos de invierno de Salt Lake City, si no me equivoco. Pero ver al candidato de CiU,Xavier Trias,mirando la pantalla a punto de llorar después de siete intentos...

¿Y si hubiesen empezado haciendo la prueba con los vecinos de una escalera? Los errores no habrían sido tan escandalosos. Francamente, añoro el tiempo de las papeletas, de las urnas reales y no virtuales, del voto que el ciudadano introducía en un sobre y, personalmente, en la urna. Una cosa es positiva: después de asistir a ese caos de votación, ahora estaríamos mejor preparados para aceptar el caos de una reforma.

Después de esta operación incompetente, oportunamente televisada, ¿ustedes se creen las cifras que nos han dado de partidarios de la solución A y los de la solución B, y cuánta gente cree que no hay que desmontar la Diagonal, sino retocarla? Quizá. Ante la imposibilidad de disponer de una información exacta, triunfará la práctica decisión tan popular entre nosotros: «Pongámoslo en números redondos...»

El número más redondo es el cero. El día 28 del mes pasado dije en una columna como esta que no hablaría más de este tema de la Diagonal, excepto que se produjera algo extraordinario.

A mi entender, lo extraordinario ya se ha producido. El sistema de votación ha resultado que no es fiable, y esto hace temer otros contratiempos. Después de que hayan aparecido como votantes unos ciudadanos barceloneses que se habían quedado en casa, y que alguien haya votado simulando que era otro...

Llegará un día en el que los responsables municipales avisarán de que las reformas quedan congeladas, porque no es el momento de pasar a la historia, sino de quedarse en casa y hacer olvidar el tiempo de la alegre –eso sí– incompetencia.