Al contrataque

'Olla barrejada' o ensalada de hostias

Catalunya es un potaje con ingredientes muy variados; y lo único que me interesa e ilusiona es compartir ese guiso sin que nadie sufra una indigestión

Quim Torra, en un acto conmemorativo del 1-O en Barcelona.

Quim Torra, en un acto conmemorativo del 1-O en Barcelona. / periodico

Carles Francino

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No soy muy partidario de los discursos épicos en clave patriótica, pero creo que el 1-0 ya forma parte de la memoria colectiva. A cualquier catalán que se lo pregunten recordará dónde estaba ese día, qué hacía y qué sentía. A mí me pilló en Madrid, donde resido habitualmente desde hace años y donde –en contra de lo que dicen algunas leyendas populares- no se comen a los catalanes ni les apedrean. En Madrid hay gilipollasintolerantescorruptoslerdos y cagamandurrias. Como los hay en Reus, en Barcelona, en Berlín o en Washington. Bueno, ahí está Donald Trump y eso eleva la mezcla a niveles muy peligrosos; pero a lo que iba: hace un año lloré como una Magdalena viendo por la tele volar porrazos y patadas contra personas que solo querían votar. Y como recuerdo el dolor de ese día y la expresión de mi hijo pequeño ante esas lágrimas, quiero recordar también la pregunta que se instaló machaconamente en mi cabeza: ¿cómo hemos llegado a esto? No tuve respuesta entonces y no la tengo hoy, pero se me ha ocurrido cocinar una especie de 'olla barrejada'. Puede entenderse como un tratado sobre la esquizofrenia, un catecismo del equidistante o un elogio de la confusión, pero yo lo siento así. Ahí van los ingredientes:

-Los porrazos del 1-O son una vergüenza histórica.

-El 1-O no fue un referéndum; fue otra cosa.

-No veo rebelión ni violencia en el movimiento independentista. Invocar eso para mantener a gente en prisión suena a coartada y escarmiento.

-Saltarse la ley a la brava con el argumento de que no  atienden tus demandas resulta inaceptable. Y no puede salir gratis.

-España no es fascista.

-Catalunya no es nazi.

-Apelar a Martin Luther King en clave catalana es una afrenta a la historia. Y una ridiculez.

-Comparar la Alemania de los años 30 con la Catalunya actual no es frívolo. Es malvado.

-No todos los catalanes son independentistas.

-No todos los catalanes son españolistas.

-No todos los catalanes se chutan patria y bandera (las que sean) en vena.

-Mariano Rajoy ha sido un inepto en el tema de Catalunya.

-Artur Mas y Carles Puigdemont nos han metido en un lío del carajo.

-Albert Boadella ha tenido mejores momentos como cómico.

-Toni Albá, también.

-No creo que la lengua o el modelo educativo sean un problema para acudir a los tribunales.

-Tampoco me convence que cada vez que alguien critica ese modelo la única respuesta sea: "Funciona. Y hay consenso". Si un millón de personas votan a Ciudadanos, igual es que ese consenso no es tan amplio.

Podría añadir más ingredientes al potaje, bastantes más. Y recordar afrentas y errores. O invocar las bondades o los inconvenientes de un referéndum. Pero lo único que me interesa –y me ilusiona- sería poder sentarme a una mesa para compartir ese guiso tan variado sin que nadie sufriera una indigestión. Catalunya es una 'olla barrejada'. La ensalada de hostias como entrante casi que la borremos del menú.