TRANSFORMACIÓN URBANÍSTICA

Obras son amores

En Barcelona ha existido siempre una tradición ciudadana por intervenir en el debate sobre las reformas de la ciudad

Obras avanzadas en la boca Llobregat del túnel de la Gran Via en las Glòries, ayer.

Obras avanzadas en la boca Llobregat del túnel de la Gran Via en las Glòries, ayer.

CARLES SANS

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En Barcelona ha existido siempre una tradición ciudadana por la cual el barcelonés ha intervenido con apasionado debate en  las diversas transformaciones que los consistorios han querido emprender.

Yéndome muy atrás en el tiempo, el barcelonés de mediados del siglo XIX ya se alteró por la demolición de las murallas y la posterior planificación de lo que es ahora el Eixample. La opinión ciudadana esta tan considerada que en el año 2010 el Ayuntamiento consultó la  remodelación de la Diagonal Diagonal y el asunto derivó en una cuestión de tal trascendencia que el entonces primer teniente de alcalde Carles Martí fue destituido por el alcalde Jordi Hereu. Tres años más tarde Xavier Trias impulsó una reforma de la Diagonal menos ambiciosa  pero con un resultado, a mi juicio, bastante positivo. Desde que la señora Colau gobierna se vuelve a hablar de la Diagonal con cambios que no son del agrado de todos, dos carriles de circulación en ambos sentidos y la conexión del Trambaix y TrambesòsTrambaix Trambesòs. En febrero estarán listos los estudios que han de dar viabilidad al proyecto, y ya verán cuánto se hablará de ello a medida que se concreten las decisiones.

Hace unos días saltaba la noticia de que el proyecto urbanístico más importante que se está elaborando, el túnel de las Glòries, se retrasa hasta finales del 2018 por diversas dificultades técnicas. Dichos problemas, según algunas fuentes, elevará el coste en un 60%, lo que el agujero presupuestario está asegurado. Un túnel por el que se desviaron 30 millones de la diputación destinados, tradicionalmente, a la cultura. Más comentadas han sido las polémicas declaraciones del concejal de Arquitectura Daniel Mòdol, afirmando que la Sagrada Família le parecía "una mona de Pascua gigante.”  Las imprecaciones han sido más por lo estrepitoso que porque en realidad importe demasiado un templo que es más una atracción turística que un reclamo de feligreses. Sea cual sea la polémica, lo mejor es que nace del apego que el barcelonés siente por su ciudad lo que es un bello síntoma de amor.