Balance de dos legislaturas

Obama, un presidente sin legado

EEUU ha perdido aquella mirada del que no desea atacar, pero que no dudará en hacerlo si es necesario

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RUBÉN HERRERO DE CASTRO

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En el 2008, como resultado de la mejor campaña de marketing que se ha practicado en unas elecciones presidenciales, Barack Obama se convirtió en presidente de los Estados Unidos. Para ganar, Obama utilizó todas las estrategias políticas y psicológicas a su alcance, para hacer creer al electorado, que el futuro era plastilina que él sabría modelar con sabiduría. El comienzo era sencillo, todo era culpa del malvado brujo, George W. Bush y así en compañía de Hillary Clinton se puso en marcha hacia Oz. Nunca sabremos realmente que buscaba en este mágico reino, pues nunca llegó. Resulta que al poco de salir al camino, se encontró con un entorno complejo llamado realidad. Su balance en política interior y exterior deja mucho que desear, con unos pobres resultados, a distancia de su brillante retórica. Habría que hacer algún día un estudio sobre la obstinada resistencia de la realidad a los discursos.

POLÍTICA INTERIOR

En materia doméstica, la preferida de Obama, se centró en una reforma sanitaria (mal diseñada), una controvertida amnistía en materia de inmigración y en promover un discurso a ninguna parte sobre limitar la tenencia de armas de fuego. Obama de forma incomprensible y equivocada, afrontó estas cuestiones, principalmente al margen de las Cámaras, donde el partido demócrata durante su presidencia, perdería el control de las mismas. Sus planteamientos domésticos han disparado el gasto público y sus reformas estrella (y estrelladas) se encuentran recurridas por numerosos estados, limitadas o bloqueadas por el Congreso y particularmente su reforma migratoria tiene, además, sentencia pendiente en el Tribunal Supremo. Obama se ha extralimitado en sus poderes y ha gobernado asuntos muy sensibles utilizando órdenes ejecutivas, una herramienta legislativa de corto plazo, que puede ser revocada de forma (casi) inmediata por el próximo presidente.

Respecto a la política exterior, que apenas le gusta a Obama, las cosas no salieron peor, sino mucho peor. Comenzando por su patético discurso de El Cairo del 2009. Pensó que bastaba su elocuencia para derrotar a los fanáticos. La política exterior de Obama se caracteriza por un exasperante wait and see (esperar y ver) que denota falta de decisión. Su gestión en Irak ha sido nefasta y la precipitada retirada de las tropas en el 2011, dio rienda suelta al gobierno de Maliki para insistir en sus errores, excluyendo a los sunís de la estrategia de seguridad y además revivió al grupo terrorista que hoy en día es el Estado Islámico y que entonces estaba a punto de ser derrotado gracias a la estrategia implementada por la Administración Bush. Además el repliegue de Irak trajo consigo una disminución de sus capacidades de recabar información, un recurso fundamental cuando se combate al terror. Una situación que puede repetirse en Afganistán si se produce el repliegue a finales de 2016, decidido por Obama. Abandonar este país a su suerte sería un regalo para los terroristas talibanes y un incentivo para una mayor desestabilización de la zona.

EL CASO LIBIO

La indecisión y falta de estrategia que reina en la Administración Obama se ha repetido en numerosas situaciones a la hora de actuar en diferentes conflictos como Ucrania, Siria y Libia. En estos dos últimos países la táctica de hands off exhibida por EEUU antes y después de los conflictos bélicos ha contribuido a la actual situación de caos. Y es en Libia donde surgió el Bengasi gate. Un caso donde graves errores cometidos por la Administración Obama, tuvieron por resultado el asalto al consulado de Bengasi con el resultado de la muerte del embajador y cuatro marines. Peor fue la gestión (miserable y sibilina) del atentado, donde Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, mintieron sobre los acontecimientos y sus responsabilidades en el mismo. Un proceso de impeachment debería haber sido el merecido final del presidente Obama.

El exiguo legado de Obama en política exterior se reduce a un acuerdo limitado en tiempo, apoyos y sanciones en caso de incumplimiento con Irán para que frene su programa nuclear y un desbloqueo de relaciones con Cuba acompañado de un viaje para estrechar la mano del dictador Raúl Castro y permanecer impasible cuando el tirano comunista afirmó que en Cuba no hay prisioneros políticos.Un presidente de EEUU solo tiene un trabajo que hacer, mantener la hegemonía global de su país al final de su mandato. Bajo la Administración Obama, esta se mantiene, pero su imagen es más débil y la indecisión ha causado crisis de confianza en algunos aliados importantes. EEUU ha perdido intensidad en su mirada del tigre, esa que indica que no desea usar la fuerza pero que no dudará en hacerlo si es necesario. El terror ha avanzado con Obama, corresponderá al futuro presidente corregir la debilidad mostrada y retomar el rumbo perdido.