La evolución política de la Casa Blanca

Obama: las cicatrices del poder

El presidente de EEUU ha hecho lo mismo que sus antecesores: asegurar la hegemonía de su país

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RUBÉN Herrero de Castro

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Se acerca ya el final del primer mandato del presidenteBarack Obamay desde luego puede decirse que muchas cosas no han sido como parecían.

Primero, en las primarias del Partido Demócrata, frente aHillary Clinton,y después en las elecciones presidenciales contraJohn McCain,no paró de recurrir a palabras como esperanza y cambio. Todo ello perfectamente orquestado en el seno de una ingente y perfecta campaña de márketing que le permitió imponerse a dos políticos más expertos y más preparados que él mismo. Pero que cometieron el error, si puede calificarse así, de decir (casi) siempre la verdad cuando hablaban de seguridad, defensa y guerra contra el terror.

Por el contrario,Obamacriticaba la estrategia deGeorge W. Bushen Irak y Afganistán. Y censuraba Guantánamo y las comisiones militares encargadas de juzgar a los terroristas allí detenidos.

Y, claro, también hizo promesas. Cambiar por completo el sistema de salud, retirarse de Irak, replantear el esfuerzo bélico en Afganistán, cesar en la aplicación de la guerra preventiva y, por supuesto, cerrar Guantánamo en el plazo de un año.

Seguro que al confirmarse su victoria, se hizo la misma pregunta queRobert Redforden la películaEl candidato: «¿Y ahora qué?»

Pues ahora tocaba gobernar Estados Unidos de América.

Contaba para su acción de gobierno con un buen equipo, liderado porHillary Clintony con el apoyo de buena parte de la opinión pública, que ingenuamente esperaba «change, we can». Incluso unos cuantos iluminados europeos le dieron el Premio Nobel de la Paz.

Las sorpresas iban a comenzar pronto. Para recoger el citado premio, pronunció un discurso defendiendo la hegemonía estadounidense en el mundo y el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. Y allí todos aplaudían lo que censuraban unos meses antes aBush.

Ya de vuelta en Estados Unidos, recortó hasta hacer irreconocible su plan de salud pública y a duras penas, con fuerte oposición incluso de senadores y congresistas demócratas, consiguió sacar adelante la versiónlightdel proyecto. Pero a un alto coste político para su partido: la derrota en las elecciones legislativas del 2010, que permitía a los republicanos tomar el control del Congreso y reducir drásticamente las diferencias en el Senado.

Paralelamente a su fracaso doméstico, se gestaba su política en los asuntos internacionales. Tras un periodo de exasperante indecisión, el presidenteObamaanunciaba en diciembre del 2009 un aumento de 30.000 efectivos en Afganistán. Y ese mismo mes, tras abortarse un atentado de la rama yemení de Al Qaeda en el aeropuerto de Miami,Obamaabrazaba la doctrina de guerra contra el terror de su predecesor y la extendía a Yemen y donde fuera necesario. En esos momentos declaró: «Utilizaremos cada elemento de nuestro poder nacional para desbaratar, desmantelar y derrotar a los extremistas violentos que nos amenazan, sean de Afganistán o Pakistán, Yemen o Somalia, o de cualquier lado». Si algún iluso alguna vez pensó queObamaclausuraría Guantánamo, supongo que en este momento despertaría.

¿Había cambiadoObama? La respuesta es no. Me niego a creer que su doctrina de gobierno era unbuenismosin valor alguno en un contexto internacional complejo y plagado de retos, amenazas y estados tramposos. Simplemente, y casi desde el principio de su Administración, se olvidó de todos sus eslóganes de campaña y pasó a ejercer a las claras como comandante en jefe, y a hacer lo que todos los presidentes deben hacer: defender y asegurar la hegemonía global de su país.

Así, a tal efecto, se ha mantenido el esfuerzo bélico en Irak y Afganistán y se han realizado miles de operaciones de castigo contra terroristas en todo el mundo. Tal y como él acaba de reconocer, uno de sus primeros actos fue renovar la orden de detener o matar aBin Laden.Algo que afortunadamente se acaba de producir, aunque era preferible su detención. Por cierto, que la operación que dio muerte aBin Ladenfue un acto legítimo y legal. Lo primero, porque todo país democrático tiene derecho a defenderse y a hacer justicia contra sus agresores. Lo segundo, porque sigue vigente la resolución de la ONU posterior al 11-S, que considera aquellos atentados acto de guerra. Y, en consecuencia, la acción que terminó con la vida del miserable terrorista se enmarca dentro del derecho a la legítima defensa. Por si alguna duda quedara, la resuelve el propio y renovadoObama:«Cualquiera que cuestione queBin Ladenrecibió lo que se merecía, necesita que su cabeza sea examinada».

El presidenteObama,durante este mandato, ha hecho lo único que podía hacer: continuar con los esfuerzos de las dos administraciones deGeorge W. Bushen su lucha contra el terrorismo.

No nos engañemos, gobernar es el arte de lo posible y siempre dejará cicatrices en la mente, el alma y el corazón de aquellos que asumen altas responsabilidades. YObamano iba a ser una excepción.

Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.