Editoriales

Obama gana la elección más reñida

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La reelección del presidente Barack Obama después de una campaña electoral extremadamente reñida y un escrutinio disputado voto a voto, especialmente en el estado de Florida, atestigua que ha pesado más en el desenlace la movilización de la clase media urbana que la alarma de la América profunda, enfrentada al reformismo moderado de los demócratas. Al mismo tiempo que Mitt Romney ha puesto de manifiesto un dinamismo que no se intuía después de la convención republicana, el presidente ha sido capaz de neutralizar la ausencia de las urnas de los defraudados mediante los leves indicios de recuperación económica, el compromiso social y la capacidad de liderazgo exhibida durante la hecatombe desatada por el huracánSandyla pasada semana. Acaso haya sido este episodio por demás imprevisible el que finalmente ha decantado la elección en un ambiente de empate técnico.

Desde la disputadísima y oscura elección en el 2000 del republicano George W. Bush frente a Al Gore, con Florida como centro de la igualdad y de la polémica, no se vivía una elección tan reñida en un clima de división del país en dos bloques casi idénticos. En el desempeño de Obama pesará tanto a partir de ahora esa realidad indiscutible como el más que probable éxito de los republicanos en la Cámara de Representantes, donde conservarán la mayoría. Han pasado para el presidente los días del carisma invencible y la oratoria desbordante porque la polarización del país impondrá el pacto.

Pero la victoria de Obama entraña también el blindaje relativo de las reformas sociales puestas en marcha, como la de la asistencia sanitaria, y la perseverancia en el multilateralismo, algo que importa poco a los votantes estadounidenses, y mucho más al resto del planeta. Puede que estos dos frentes, aportaciones genuinas de las Administración de Obama, hicieran merecedor al presidente de la reelección y, por esa misma razón, que resulte sorprendente la enorme igualdad en la pugna con Romney, pero las expectativas de hace cuatro años, defraudadas en parte, y el temor de los conservadores a la incursión del Estado en la vida privada explican muchas de las emociones del escrutinio de esta madrugada. Y justifican que, a pesar de la derrota, Romney se sienta la referencia de una nueva derecha que no es solo la prédica del Tea Party.