NÓMADAS Y VIAJANTES

Obama, ese populista

Plegaria ayer en Teherán con motivo del fin del ramadán.

Plegaria ayer en Teherán con motivo del fin del ramadán.

RAMÓN LOBO

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En esta semana se han logrado dos acuerdos que, pese a sus defectos, obvios en el caso de Grecia, representan la mejor solución posible a dos crisis potencialmente peligrosas. En el caso de Irán, Barack Obama, lo ha dicho de manera rotunda: la alternativa al pacto nuclear sería la guerra, que parece la opción favorita de la (extrema) derecha norteamericana, del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, y del régimen saudí. EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido (los cinco miembros con derecho a veto del Consejo de Seguridad) además de Alemania, la UE, la ONU e Irán han trabajado para alcanzar un compromiso que podría enterrar décadas de enfrentamiento. Es decir, no estamos ante una ocurrencia de Obama, ese peligroso populista radical, sino de una apuesta de la comunidad internacional.

Ahora, como en el caso griego, las partes tendrán fortalecer la confianza mutua, un término vago y arrojadizo. ¿Genera acaso confianza que EEUU espíe a sus amigos y que la NSA ayude a robar ideas de las empresas europeas competidoras? La mejor generadora confianza es la garantía de beneficio para todas las partes.

Sin bomba 15 años

El acuerdo bloquea durante 15 años la posibilidad de que el régimen de Teherán fabrique una bomba atómica (no podrá producir uranio altamente enriquecido, deberá deshacerse del 98% de su material nuclear y eliminar dos tercios de las centrifugadoras) y amplía el sistema de verificaciones para comprobar que Teherán cumple lo firmado. A cambio, Irán logra el levantamiento de unas sanciones (se mantendrán las militares durante cinco años) que estrangulan su economía.

El pacto aún debe ser ratificado por un Congreso de EEUU dominado por los republicanos, y en un momento en el que una parte significativa del partido se halla en precampaña electoral. A la extrema derecha de este grupo político, que si no es mayoritaria es la que hace más ruido, no le gusta lo acordado con Teherán. La oposición republicana a todo lo que proceda de Obama tiene un tufo racista.

El líder de la Cámara de Representantes, John Bohner, tercer político más poderoso del país, ha anunciado una cruzada contra un acuerdo que, en su opinión, representa un grave riesgo para la seguridad de EEUU. Coincide en sus temores con su amigo Netanyahu, dos cortoplacistas ambiciosos. El primer ministro israelí hará campaña activa entre los congresistas para bloquear el acuerdo impulsado por Obama, algo insólito en un país aliado que recibe miles de millones de EEUU y que depende, en gran medida, de la protección norteamericana.

Es cierto que los temores israelís están justificados dadas las declaraciones pasadas de algunos dirigentes, como Mahmud  Ahmadineyad, en favor de la desaparición del Estado de Israel. También es verdad que Tel-Aviv tiene 400 bombas atómicas y un programa nuclear fuera de toda inspección internacional. Cuatrocientas bombas son un argumento bastante sólido para frenar a los aventureros.

El pacto nuclear es una derrota para el sector más conservador del régimen iraní y una oportunidad única para reforzar a los reformistas y abrir el sistema. Mientras que los amigos de Ahmadineyad gritan «muera América», la mayoría de la sociedad (el 42% tiene menos de 25 años) envidia el sistema de vida estadounidense. Si la economía empieza a funcionar, cambiarán los equilibrios internos. Esa es la apuesta que no ven Netanyahu y Bohner. Si todo fallara, como predicen, está la posibilidad de volver a las sanciones. También lo dijo Obama: el pacto no anula las opciones que tiene hoy EEUU, incluidas las militares.

El acuerdo representa, sobre todo, el reconocimiento de una realidad: en el nuevo mapa estratégico de Oriente Próximo, Irán desempeña un papel clave y es el que mejor puede defender a corto y medio plazo los intereses occidentales en la guerra contra el Estado Islámico y el terrorismo islámico, fundamentalmente suní.

WikiLeaks ha difundido unos cables diplomáticos de Arabia Saudí en los que se constata la obsesión de Riad con Irán. La financiación de grupos islámicos radicales, que después han devenido en terroristas tiene como objetivo frenar a Irán, no solo expandir el wahabismo, su versión rigorista del islam. Arabia Saudí está en el mismo bando que Netanyahu y la extrema derecha de EEUU. Todo lo que es malo para los intransigentes es bueno para la humanidad.

Los dirigentes de la llamada Revolución verde contra Ahmadineyad, que fueron masacrados por el ala dura del régimen iraní, estarán ahora de enhorabuena. Es más inteligente llevar al enemigo a tu terreno que hacerle la guerra permanentemente y arrinconarle sin dejarle una salida. De esto debería aprender Schäuble. También es cierto que Irán ha llegado a la negociación tras una dura política de sanciones. La mano dura a veces funciona, pero solo funciona cuando se sabe cuándo parar.