Al contrataque

El número cero

Bob Dylan, en una imagen de 1962.

Bob Dylan, en una imagen de 1962. / periodico

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Hace unos años, mi madre me contó una conversación que acababa de tener con Carmen Balcells, la gran agente literaria. Estaban hablando de los autores del 'boom' latinoamericano y en un momento dado, Carmen dijo: «Vargas Llosa es fantástico, maravilloso, extraordinario, un grandísimo escritor, el primero de la clase». Entonces, se quedó pensativa unos instantes y añadió: «Pero 'Gabo'… 'Gabo' es otra historia… 'Gabo' es un genio».

Ningún escritor que se tome en serio su trabajo aspira a ser el primero de la clase (aunque a muchos nos encantaría escribir como Vargas Llosa), todos queremos ser «otra historia». Tal vez en la vida real también: nunca deseamos ser una amante más, una amiga más, una novia más, siempre nos gustaría que nos recordasen como «otra historia».

Recordé esta anécdota la semana pasada al leer la que cuenta Leonard Cohen sobre Bob Dylan. Al parecer, un día, estaban los dos charlando y, de repente, Dylan miró muy serio a Cohen y le dijo: «Por lo que a mí respecta, Leonard, tú eres el número uno.» Hizo una pausa de dos segundos y a continuación añadió: «Yo soy el número cero». (Lo que en palabras de mi hijo adolescente sería como decir «yo soy el puto amo».)

En el arte son necesarios los números uno, dos, tres, cuatro, cinco, mil, cien mil, etc., todos cuentan, todos son importantes, pero solo el número cero sirve para cambiar el mundo. Parte de la belleza y de la brutalidad del oficio de escribir consiste, precisamente, en esa lucha, en ese intento vano, nunca triunfante (pero tozudo, como ir golpeando una pared con la cabeza ) de acercarse al cero, de decir algo que no haya sido dicho nunca antes, o nunca antes de esa manera.

También pensé en 'Amadeus', la película de Milos Forman que cuenta la relación entre Salieri, músico de gran talento, autor de 39 óperas, que en vida obtuvo fama, dinero y reconocimiento, y Mozart, la otra historia, el número cero.

Hay una escena en la que la mujer de Mozart va a ver a Salieri con una carpeta cargada de partituras que su marido acaba de escribir. Salieri las mira incrédulo (a pesar de ser los originales, no hay en ellas ni una sola corrección), empieza a leerlas y comienza a sonar en su cabeza la música más perfecta, más milagrosa, más 'otra historia' del mundo.

OTRA HISTORA

Tal vez sea una ignorante y una hereje (mi madre siempre decía que en la edad media no hubiese durado ni cinco minutos, que me hubiesen quemado por bruja a la primera de cambio), pero creo que Dylan es literariamente, históricamente y socialmente, «otra historia», un número cero. Si además del Nobel de literatura, el año que viene le quieren dar también el de medicina, el de física y todos los demás, me parecerá perfecto.