Al contrataque

Nuevos trazos

ANA PASTOR

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se sienta en el suelo con las piernas cruzadas. Coge el lápiz. Hace un trazo. Mira fijamente el papel. Lo intenta de nuevo. Otro trazo. Es algo parecido a una línea que cruza la cuartilla de papel de color amarillo de arriba abajo. No va recta. Mira de nuevo fijamente el papel mientras aprieta los labios y frunce levemente el ceño. Lo intenta una vez más. Otro trazo. Me doy cuenta de que pretende escribir el número uno. Y a mí, hasta con esas extrañas curvas que le han salido, me lo parece. Para un (algo más objetivo) observador ajeno a la escena puede ser ese número, pero puede ser también cualquier otra cosa o simplemente nada.

Cuarta mirada al papel que ha puesto a su lado y que ahora le sirve de referencia. Y un nuevo trazo. Es el mismo, pero cada vez le sale diferente. Y en este último intento a mí me sigue pareciendo que ha conseguido hacer el número uno. Torcido. Muy torcido. Pero el número uno, al fin y al cabo. Se ha empeñado en aprender a escribir los números por su cuenta. No le salen. Pero no le importa. Han pasado diez minutos. Lo sigue intentando.

La cuestión es esa. Intentarlo. Le miro desde un lado de la mesa sin que parezca evidente. Aprieta tanto el lapicero que las hojas tienen ya unos cuantos costurones. Pero me pasa cada una de ellas con mucho cuidado para que las guarde como regalo. Las coloco juntas como recuerdo. Cuando parece que ha terminado... vuelta a empezar. Otro reto. El número dos. Más difícil todavía. Triple salto. Ahora el lápiz le resbala. Y ahora que las curvas eran necesarias, para conseguir la figura deseada, han desaparecido. «¿Se parece al tuyo?», pregunta. Sonríe cuando deduce la respuesta y sigue a lo suyo.

Preguntas y respuestas

Querer saber. Querer seguir aprendiendo. Que los fallos no te bloqueen. Sentir inseguridades. Reconocerlo. Verbalizar que toca empezar otra vez, desde el cero si hace falta. Y preguntar. Preguntar mucho. Tener más dudas que certezas. Y algunas de ellas con respuesta muy complicada. Me mira muy serio, después de conquistar el único espacio que quedaba libre de lindos garabatos, y dice: «Mamá, ¿se puede ganar perdiendo?». Preguntas que encierran casi lecciones de vida. Preguntas que me gustaría que no deje de hacerse nunca aunque crezca. Cuestiones que la vida te responde con más o menos crudeza, quieras o no quieras, según avanza. Cuestiones tan llenas de matices que consiguen que el blanco y el negro se queden afortunadamente en minoría absoluta. Es inevitable. Comienza un nuevo curso. Nuevos trazos. Con o sin papel de referencia. Nuevos retos. Nuevas dudas. Nuevas preguntas. ¿Nuevas respuestas?