LA CLAVE

El nuevo mundo de Trump

El nuevo inquilino de la Casa Blanca es el pasado por mucho que intente empozoñar su desvarío como una lucha de la masa contra las élites

Donald Trump, acompañado por su esposa Melania, ante el monumento a Lincoln, a su llegada para participar en el concierto por la investidura.

Donald Trump, acompañado por su esposa Melania, ante el monumento a Lincoln, a su llegada para participar en el concierto por la investidura. / EV

ALBERT SÁEZ

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Cunde la sensación de que la toma de posesión de Donald Trump marca el inicio de una nueva era. Más bien parece un regreso al Antiguo Régimen. Trump no está solo. Hemos visto desfilar estas semanas por la Trump Tower a una renovada internacional fascista no muy diferente de la santa alianza de la segunda década del siglo XX. Por ahí han pasado Nigel Farage y Marine Le Pen más la alargada sombra de Vladimir Putin. El imaginario de Hollywood lo había inventado todo en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos excepto lo que ha empezado este viernes: una alianza entre dos dirigentes fascistas encumbrados por las urnas. El espectáculo promete, pero los medios no podemos olvidar la lección aprendida con Trump: reírle las gracias es una condición necesaria para encumbrarlo.

La geometría del mundo después de Trump es esperpéntica. Tenemos a Rusia como potencia hegemónica en el conflicto de Oriente Próximo, a China como garante del libre comercio, a Theresa May como líder del populismo antieuiropeísta, a Marine Le Pen como garante del espíritu de la Revolucion Francesa y al propio Trump volviendo al unilateralismo chovinsta anterior a la Revolución de Octubre. Un triste panorama.

Europa llega muy debilitada a este choque de trenes. Merkel no estuvo a la altura en la crisis del euro y la izquierda no estuvo a la altura de Merkel en la crisis de los refugiados. El resultado es un continente que en estos momentos está incapacitado para ser alternativa al mundo que pretenden definir Trump Putin. Mucho menos lo puede conseguir May con su proyecto de recuperar el imperio británico que en el caso de retomarse debería estar liderado hoy por la India, donde se guarda la esencia de la actividad.

Trump, que en breve será cuestionado por algún inversor ligado al corto plazo que podría acabar en un 'impeachment', es muy posible que acabe de distorsionar el contenido de las celebraciones oficiales. Trump es el pasado por mucho que intente empozoñar su desvarío como una lucha de la masa contra las élites. No hay nada más decadente en Nueva York que esa Torre Trump, donde los corruptores se han preparado en los últimos meses para vencer en las urnas a los corruptos.