A PIE DE CALLE
Nuevas formas sindicales
Los sindicatos deben responder a los cambios que ha producido la crisis en el mundo laboral
Teresa Crespo
Miembro de la junta directiva y de la vocalía de Pobreza de ECAS-Entitats Catalanes d’Acció Social.
TERESA CRESPOe
Hace unos días leía que los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) registran una subida del paro, contradiciendo las manifestaciones habituales de los políticos cuando dibujan una economía en crecimiento que deja atrás la crisis. Pretenden hacernos creer que el mal trago ha terminado, pero la realidad es diferente para muchas personas que trabajan un día cada tanto, o unas horas, y después siguen a la espera de la siguiente oportunidad: un nuevo contrato de un día o de unas horas. En esa situación resulta difícil entender los discursos triunfalistas, puesto que cunde la desazón sobre el futuro y quienes la sufren se sienten solos, a menudo sin esperanza de conseguir algo mejor.
La crisis económica ha cambiado muchas cosas, entre ellas la desaparición de la plena ocupación –como expectativa siquiera—, las condiciones laborales –caracterizadas ahora por la temporalidad, los bajos salarios y el debilitamiento de los derechos laborales— y el respeto por los compromisos adquiridos en los convenios colectivos, que se han ido sustituyendo por negociaciones particulares con una clara disminución de la capacidad de los sindicatos para ejercer su función reivindicativa y de defensa de los intereses de los trabajadores.
Más de una vez me he preguntado cómo puede ser que el deterioro del mercado laboral no haya producido mayores protestas sindicales reclamando unas condiciones de trabajo más dignas. Y todas ellas me he respondido que se ha perdido la conciencia de clase trabajadora, ya que muchas de las personas que todavía tienen la suerte de tener empleo ya no conviven en grandes plantas productivas, ni tienen jornadas estables para todo el personal, ni están contratadas por una empresa que ostenta la propiedad de los medios de producción como sucedía en la época industrial. Hoy dependen de algún intermediario que facilita la mano de obra necesaria en cada momento o, en otros casos, se han visto forzadas a convertirse en autónomas y han perdido, todavía más, el sentimiento de pertenencia a una colectividad laboral.
SIN CAPACIDAD DE ORGANIZACIÓN
Hasta aquí, reflexiones acerca de quienes conservan o han conseguido un empleo a pesar del contexto de los últimos años, pero por otro lado nos encontramos con que una parte de la ciudadanía lleva años en el paro y ha agotado todas las prestaciones posibles, con lo cual hoy depende de las ayudas sociales que pueda obtener. Esas personas se sienten todavía más lejos de las reivindicaciones laborales porque no tienen capacidad de organizarse ni de articular un discurso que defienda sus derechos, y sus problemas son tantos y tan importantes que se sienten impotentes para superar las múltiples problemáticas que deben abordar.
Ante esa vivencia de precariedad e inseguridad, no encuentran sentido a la acción sindical ni a la participación en dichas organizaciones, de modo que tendremos que esperar a que los sindicatos encuentren nuevas condiciones y relatos que permitan construir formas renovadas de organización, una mayor representatividad, vías de comunicación efectivas y una actuación que responda a la nueva coyuntura del mundo del trabajo.
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