Nuestros objetivos de desarrollo

MIQUEL CARRILLO

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En los próximos días la comunidad internacional va a renovar su agenda política para erradicar la pobreza en el mundo. Eso, en sí, ya es una buena noticia, mientras haya agenda hay esperanza. Ya saben, no importa que hablen mal de uno, mientras hablen, y hay que hablar mucho (y actuar todavía más) sobre cómo acabar con las inequidades que asolan el mundo. Sobre todo en un país como este, que no sabe de dónde han salido de repente cientos de miles de personas tocando a su puerta y buscando asilo. 

Que 43 años después de la primera cumbre internacional sobre el medio ambiente en Estocolomo se haya llegado, por fin, a la conclusión de que no existe agenda de desarrollo sin contar con el clima o los recursos naturales, también es una buena noticia. Ojalá que cuando en 2030 acabe el período propuesto para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que sustituyen a los Objetivos del Milenio (ODM), los grandes dignatarios y expertos en la materia se den cuenta finalmente también que sin integrar a estos y enfocarlos bajo la perspectiva de los derechos humanos, las causas estructurales de la desigualdad y la pobreza seguirán intactas. En el último minuto de un voluntarioso proceso mundial de consultas, donde la sociedad civil estuvo presente a base de codazos, como siempre, los derechos de las personas o el enfoque de género perdieron la centralidad que hasta entonces tenían en la estrategia en construcción. Justo cuando corrieron el pestillo en la puerta y no nos dejaron entrar en la mesa de negociaciones, con lo que volvermos a los planteamientos de décadas atrás, donde la economía era el único motor del 'desarrollo' humano. Si a estas alturas de la liga, en una iniciativa liderada por Naciones Unidas, la consolidación de los derechos humanos en todo el mundo no marcan la pauta, apaga y vámonos. 

Existe además la sospecha de que en la nueva agenda tipo buffet que se aprobará en Nueva York, cada país eligirá el menú que más le convenga, dejando en nada el avance que supone una visión ciertamente más holística que en los ODM, con la inclusión de más factores decisivos para la construcción de un lugar más justo donde vivir. Y lo más preocupante, sin embargo, es que la agenda vuelva a ser un cuerpo extraño a nuestras políticas internas, circulando ad eternum en una órbita cada vez más excéntrica, ajeno a los programas electorales y al conocimiento de la población

Desde luego, desde la sociedad civil, vamos a exigir aplicar esa agenda no en unas 'políticas de desarrollo', sino en todas las políticas públicas. Si no, le vamos a estar haciendo cosquillas a la exclusión toda la vida. ¿De qué sirve firmar los objetivos medio ambientales de la ONU si luego pasamos a cuchillo a las energías renovables? ¿Para qué llenarnos la boca con la igualdad de oportunidades para las mujeres, si luego no le invertimos un céntimo en los Presupuestos Generales a las políticas contra la violencia de género? ¿Qué avanzamos con adherirnos a la causa de la democracia mundial, si luego movilizamos embajadas y cerramos bocas para vender trenes a cualquier dictador? ¿Saben los negociadores del TTIP que existen los ODS, incluso la ONU? 

El día que el Consejo de Ministros negocie en pleno los ODS, estaremos en la buena senda, y para eso trabajamos las organizaciones que buscamos una transformación internacional, a quienes hace tiempo que no nos convence marear declaraciones rimbombantes con el último departamento de Exteriores. ¿Está tu mamá? Pues que se ponga al teléfono. Esto iba de la vida de mucha gente, y nuestros objetivos no pueden esperar más cumbres ni brindis al sol.