Noticias en 'La Firma'

La casa real británica convoca una reunión de urgencia en Buckingham

La casa real británica convoca una reunión de urgencia en Buckingham / periodico

ROSA MASSAGUÉ

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Guardada ya en el rincón de la memoria aquella etapa de revelaciones casi diarias sobre las alcobas del príncipe Carlos y la princesa Diana, ‘La Firma’, es decir, la casa real británica, como parece que la propia reina la llama, va a depararnos un montón de noticias que se originarán ahora en algo tan humano como es la edad.

La primera la hemos tenido con la renuncia de un anciano príncipe Felipe (Corfú, 1921) a seguir haciendo paripés por el mundo revestidos de apoyo a causas nobles a sus casi 96 años (asistió a 110 actos solo en el 2016), a partir del próximo otoño. No deja de ser un anuncio raro con todo el revuelo matutino palaciego organizado ayer desde primerísima hora, coincidiendo además con el inicio de una campaña electoral para renovar el Parlamento y el mismo día en que hay elecciones municipales en Inglaterra, Escocia y Gales.

Dicen que el matrimonio entre la entonces princesa Isabel de Inglaterra y el joven príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, una casa real destronada y arruinada, fue por amor. Antes de contraer matrimonio, quien iba a ser su suegro, el rey Jorge VI, le concedió el título de duque de Edimburgo, para dar algo más de lustre a su pedigrí, y antes de contraer matrimonio abandonó los títulos reales de Grecia y Dinamarca para nacionalizarse británico adoptando el apellido Mountbatten, la versión inglesa del germano Battenberg de sus abuelos maternos. El trabajo del príncipe Felipe en La Firma ha consistido en el de quitarle presión a la reina evitándole apariciones en buena parte insulsas, y el de ondear la ‘union jack’ ya sea para mantener los vínculos con las excolonias o para vender el ‘made in the UK’.

Siempre un paso por atrás en las apariciones públicas de Isabel II. Pero con la pata por delante para meterla en cuanto se presenta la ocasión. Son infinidad el número de deslices recogidos a lo largo de tantos años de representar a la monarquía y al Reino Unido. Los hay de todo tipo, pero casi siempre con un tono que demuestra el total desapego de la realidad de los mortales que viven al otro lado de la verja de palacio. Pueden ser graciosos aunque son los menos. En su mayoría son elitistas, tontos, insultantes, prepotentes y pueden rozar la xenofobia con su demostración de superioridad de raza o de clase.

PONERLE EN SU SITIO

En una ocasión en un encuentro con periodistas le molestó la pregunta de un informador británico de origen extranjero. El príncipe vino a decir que cómo se permitía a un extranjero plantearle una pregunta. El periodista se fue, pero antes, en un griego perfecto, le recordó por si al príncipe se le había olvidado que ambos tenían el mismo origen, Grecia. Aquella debe ser una de las pocas veces que alguien osaba poner al marido de la reina en su sitio.