Nostradamus de pacotilla

JOSEP MARIA POU

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Hamilton aparte, el otro gran musical que acapara ahora la atención en Broadway es Something rotten!, un divertimento alrededor de Shakespeare y su tiempo. Algo podrido o Algo huele a podrido podría ser su título en castellano, en clara alusión a Hamlet.

Decir, de entrada, que estamos ante la risa sin complejos y el dislocamiento de las situaciones, en un constante juego de anacronismos y complicidades; algo parecido a lo que fue The producers, en su tiempo. Nos encontramos en pleno Renacimiento, pero nos referimos, guiño a guiño, al aquí y ahora. Shakespeare es El Gran Will, super-mega-star de chupa de cuero y actitudes entre Mick Jagger y David BowieNumber one indiscutible, el público le adora. En el otro lado, un tándem de autores tan voluntariosos como envidiosos, a los que ni fortuna ni taquilla sonríen de igual modo.En su afán por desbancar al genio, contactan con un astrólogo y adivino, de nombre Nostradamus (pariente lejano del famoso; es decir,de predicciones bastante deshilachadas) para que les avance el futuro del teatro y aún lo que bulle en la cabeza del Bardo. Nostradamus predice el nacimiento de un nuevo teatro en el que los actores, de repente y sin venir a cuento, aparcan sus diálogos hablados y rompen a cantar y bailar como posesos: ¡el musical! Aun cuando a todos les parece una idea ridícula, se apuntan a ello con fe ciega. Surge aquí un número (It's a musical!) que, al estilo de There's no business like show business o That's entertainment, se está convirtiendo ya en un clásico, celebración festiva del género.

Nostradamus vislumbra también que Shakespeare trabaja en una nueva función. De visión borrosa, consigue, con esfuerzo, leer lo que le parece el título: Omelet (confusión entre Hamlet y omelette, de pronunciación, si rápida, parecida), de donde deduce que Shakespeare está gestando un drama sobre la tortilla francesa. Felices los envidiosos se adelantan y, juntando las dos predicciones, estrenan Omelette, un musical de huevos, de cuyo resultado prefiero no hablarles hasta que no lo descubran ustedes mismos.

Un musical brillante, inteligente, capaz de burlarse de sí mismo y del género al que pertenece, y que, a la chita riendo, nos alerta de los Nostradamus de pacotilla que (sobre todo en jornadas poselectorales) aparecen como si fuesen setas a nuestro alrededor.

No hay que creer todo lo que se dice. Y aun menos lo que se predice.