Los jueves, economía

Y nosotros con estos pelos

La acentuación del cambio de ciclo nos coge con el pie cambiado después de dos años de mejora sustentada en un terreno frágil

Ilustracion  de Leonard Beard

Ilustracion de Leonard Beard / periodico

JOSEP OLIVER ALONSO

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La cosa económica sigue empeorando. Y desde finales del pasado año no ganamos para sustos. Ahora ha sido la confirmación de que la burbuja de las bolsas mundiales, sostenida en gran medida por las inyecciones de liquidez de la banca central de los principales países, continúa el proceso de deshinchado. En especial, afectadas por las pérdidas de valores energéticos y bancarios. Tras el colapso, y el pánico que se ha extendido, subyacen causas profundas, que apuntan a los efectos dilatados en el tiempo de la acumulación de deuda previa a la crisis financiera. Pero no quisiera destinar estas líneas a un análisis forense de por qué estamos dónde estamos, sino ubicar esta nueva fase en el contexto español, en el de sus políticas y de sus políticos, y en el de una recuperación ahora amenazada.

Lo que está sucediendo no debería sorprendernos. Los síntomas de graves problemas en la economía global se han estado acumulando desde que la crisis del euro fue parcialmente frenada a finales de 2012. Y para muestra los botones de la política monetaria ultraexpansiva del BCE o las enormes dificultades para elevar los tipos de interés en EEUU.

Si esta situación no debiera sorprendernos enlaza con una segunda reflexión, relativa a España: los graves problemas que subyacen a toda esta larga crisis solo han sido parcialmente subsanados. Cierto que España ha reducido el endeudamiento del sector privado (familias y empresas), en cerca del 45% del PIB (unos 450.000 millones). Y también es verdad que nuestro sistema financiero ha mejorado notablemente: más capitalización, menor capacidad, externalización de una parte sustancial de los activos dudosos y reducción de su dependencia de la financiación internacional, tanto la obtenida en los mercados de bonos como la suministrada por el BCE. 

LA DEUDA DEL SECTOR PÚBLICO

Lastimosamente, esta positiva dinámica del endeudamiento privado no implica que hayamos regresado todavía a valores de confort. Probablemente aún nos queda por reducir, para situarnos en la media de la eurozona, un volumen de deuda de empresas y familias del orden de 150.000 millones. Pero si en el ámbito del sector privado (financiero y no financiero) los deberes se han realizado parcialmente, no puede afirmarse lo mismo en el del sector público, cuya deuda ha continuado su imparable tendencia alcista, hasta situarse en el entorno del 100% del PIB, muy alejada del 35% del 2007.

En suma, si contamos el endeudamiento de los sectores no financieros (hogares, empresas de este tipo y sector público) estamos hoy en peor situación que en el 2007: la reducción de unos 45 puntos del PIB en deuda privada se ha visto más que compensada por los 65 puntos de aumento de la pública.

Mientras, en el ámbito exterior la situación continúa muy preocupante, con una deuda neta por encima del 90% del PIB y, por tanto, muy alejada del límite del 35% que establece la Comisión Europea como valor que no plantea riesgos. Ello no debería sorprender ya que, pese a la mejora exportadora de España y la caída de las importaciones, el saldo exterior ha sido solo ligeramente positivo estos últimos años, reflejando la ausencia de una verdadera obsesión del Gobierno por la mejora de las exportaciones. Y la no finalización del corredor del Mediterráneo, y la conclusión de líneas del AVE dudosa rentabilidad en el noreste español, así lo ponen de manifiesto.

APALANCADOS EN UN POTENTE VIENTO DE COLA

Estos dos últimos años, apalancados en el potente viento de cola procedente de los bajos tipos de interés, de un euro débil y de la caída del precio del petróleo no nos ha ido nada mal. El empleo ha crecido en 2015 a tasas cercanas al 3%, el PIB también se ha movido en ese entorno y la confianza ha regresado al ánimo de los que deben tomar decisiones de gasto. Pero ya veníamos advirtiendo de la fragilidad del terreno sobre el que se sustentaba esa mejora. Y la fuerte elevación de la prima de riesgo esta semana, otra vez sobre los 155 puntos básicos, así lo muestra.

La acentuación del cambio de ciclo nos ha cogido con el pie cambiado. Aquí estamos debatiendo qué gobierno, con qué política y con qué déficit afrontaremos los próximos años. El debate no ha incorporado en absoluto el contexto económico exterior ni, por descontado, el europeo. Desanima comprobar cómo, una y otra vez, nuestra clase política parece vivir aislada de la economía real. Parecería que estuviéramos fuera del mundo y pudiéramos decidir a nuestro antojo. Pero ojo con lo que hacemos. Nuestra experiencia demuestra de forma fehaciente que somos más que capaces de abortar una recuperación y provocar cataclismos, aquí y en Europa. Fue lo que sucedió entre 2011 y 2012, y ya saben sus resultados. Hoy la situación exige mucho tiento. No sea que, de nuevo, volvamos a poner el país a los pies de los caballos.

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